miércoles, 21 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 66

Con dedos temblorosos, intentó desabrochar los botones mientras Pedro la apretaba contra su cuerpo. Sintió que él deslizaba las manos por su espalda y, de repente, notó un golpe de aire frío en la espalda. Un segundo después, notó que el vestido caía a sus pies.


–Bendito sea el inventor de las cremalleras –murmuró Pedro, con tono reverente–. Eres preciosa.


Paula tragó saliva.


–Gracias. Pero yo me siento desnuda mientras que tú…


Él se quitó la camisa a toda velocidad.


–Sé que hemos pospuesto el tour, ¿Pero te gustaría ver mi dormitorio?


–Pensé que no ibas a preguntármelo nunca –animada por su ardiente mirada, Paula caminó delante de él por el oscuro salón, moviendo seductoramente las caderas.


–Eres diabólica. Y parece que eso me gusta en una mujer.


Ella volvió la cabeza.


–Pero no sé adónde voy.


–No importa. Yo te seguiría al fin del mundo –Pedro la tomó en brazos para llevarla al sofá, sin dejar de besarla.


–Pedro…


Él besaba su cuello, acariciando sus pechos por encima del sujetador.


–Puede que no lleguemos a la cama.


Su voz, ronca y profunda, hacía que se derritiera.


–Sigue haciendo eso y prometo no quejarme.


Cuando le desabrochó el sujetador con manos temblorosas, Paula sintió una oleada de ternura.


–Sé que suena como algo trillado, pero no creo haber deseado tanto a una mujer en toda mi vida.


Ella sonrió.


–Te creo porque tampoco yo había deseado nunca a un hombre como te deseo a tí.


En realidad, estaba sorprendida por la intensidad de sus sentimientos. Solo había tenido un par de amantes en su vida y había esperado cierta torpeza por parte de los dos… O sentir vergüenza cuando Pedro la viese desnuda por primera vez, pero cuando le quitó el sujetador lo único que sentía era una deliciosa excitación. Él le acariciaba los pechos sin dejar de mirarla a los ojos y Paula le devolvía la mirada, disfrutando de las caricias. Pero cuando la tensión se volvió insoportable, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, apretándose contra él. Le gustaba tanto… Pedro la colocó sobre él y, por fin, la hizo suya. Sujetándole las caderas con las dos manos, la ayudaba a mantener el equilibrio mientras ella subía y bajaba lentamente. Paula sabía que Pedro Alfonso era un hombre centrado y concienzudo y estaba disfrutando de esa concentración. La sujetaba con fuerza, haciendo que se moviera despacio cuando ella hubiera ido más rápido, prolongando el placer hasta que pensó que iba a perder la cabeza. Pero luego bajó una mano para acariciarla y… Paula dejó escapar un grito. Se sentía como una banda elástica estirada al máximo que se hubiera roto de repente y gritó sin saber que lo hacía. Los dos cayeron sobre el sofá, ella con la cabeza sobre suhombro.


–Paula…


–Me has mentido.


–¿Qué? –Pedro se puso tenso.


–Definitivamente, no tienes ningún problema con el ritmo.

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