miércoles, 7 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 39

Paula escuchó el ruido metálico del cerrojo, seguido de la voz de Pedro… Una voz que aceleró su corazón.


–Hola, pequeñajo. Me gusta tu bañador –los dos varones hablaron un momento sobre sus superhéroes favoritos–. ¿Dónde está tu tía?


–En la cocina.


Paula oyó pasos y se volvió, con una sonrisa en los labios. Su departamento no era espacioso y Pedro hacía que la cocina pareciese más pequeña que nunca. Aunque no era molesto, al contrario, pero sí más íntimo de lo que debería.


–Iba a ponerme un biquini, pero están todos en la tintorería – bromeó.


Pedro la miró de arriba abajo con un brillo en los ojos que elevó su temperatura varios grados.


–No estoy decepcionado.


Recordando su angustia anterior por no ser lo bastante sexy, Paula se encontró pensando que casi era un alivio. Si seguía mirándola de ese modo…


–Eres un regalo para la vanidad de una mujer –le dijo, con voz ronca.


–Gracias. ¿Necesitas ayuda o ya estás lista?


–Solo tengo que cambiarle el pañal a Isabella. A menos que quieras hacerlo tú…


–Sí, claro. ¿Por qué no?


–¿En serio?


Diantres, era el hombre perfecto.


–La verdad es que nunca lo he hecho, pero no creo que sea tan difícil.


–¿Ah, no? –Paula enarcó una ceja–. El cambiador está en el salón y Thiago puede decirte dónde está todo. Yo iré en un segundo.


–De acuerdo –asintió él–. ¡Thiago, me han enviado en una misión y te necesito!


El salón de Paula era un testamento de sus dos vidas y Pedro aprovechó la oportunidad para curiosear porque quería saber algo más sobre la mujer que empezaba a importarle tanto. Las estanterías contenían libros, manuales de software en orden alfabético y películas en DVD, sobre todo de ciencia-ficción. Aparentemente, su interés por la tecnología se extendía a otros aspectos. Tenía litografías enmarcadas de un conocido pintor a quien él admiraba, y había juguetes en el sofá y en el suelo. Por las marcas en la alfombra, era evidente que había movido los muebles para poner un parque y una especie de columpio. Todo aquello ilustraba cómo había cambiado su vida de repente, el caos que había provocado la muerte de su hermano y su cuñada. Y, sin embargo, no la había oído quejarse ni una sola vez. La única frustración que expresaba era su preocupación por el bienestar de los niños. Pero, aparte del caos, aquella habitación era más acogedora que su casa, decorada por un profesional.


–Los pañales están aquí –dijo Thiago, recordándole lo que había ido a hacer al salón.

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