viernes, 16 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 59

Paula hizo una mueca mientras miraba el vestido que colgaba de la puerta de su dormitorio. Pero, si se echaba atrás, Florencia seguramente lo sabría por telepatía.


–¿Estás segura? –le había preguntado en la tienda.


–Ya conoces la regla de oro: Escote o piernas.


Paula había soltado una carcajada.


–En mi caso, el escote no es una opción.


–Por eso este vestido es absolutamente perfecto para tí.


Era un vestido de cuello cerrado, sin mangas, de color verde hoja. Por la noche parecería negro, pero el sedoso material tenía un brillo iridiscente que reflejaba la luz. Addie tenía dudas porque quedaba muy por encima de la rodilla.


–Olvidas que voy a conocer a su madre.


Florencia había puesto los ojos en blanco.


–No es tan corto, no exageres. No te inclines mucho en la fiesta y ya está. Además, he visto unos zapatos divinos, y rebajados, que irían de maravilla con este vestido.


Sola en su extrañamente silencioso apartamento, Paula esperaba que su amiga tuviera razón. Florencia se había llevado a los niños a casa y Thiago estaba emocionado por la promesa de ver un maratón de La guerra de las galaxias. Después de maquillarse, se arregló el pelo con el secador. En lugar de luchar contra sus rizos, esa noche los dejó sueltos y en profusión, con un aspecto sexy y juvenil. O eso esperaba. Estaba poniéndose unos aretes dorados en las orejas cuando sonó el timbre. «Bueno, empieza el espectáculo». Puso el ojo en la mirilla antes de abrir, recordando lo que siempre le decía a Thiago. Pedro estaba al otro lado con un ramo de flores en la mano. Parecía James Bond con el esmoquin.


–¡Vaya! –exclamó él–. Estás preciosa.


«Gracias, Florencia».


–Lo mismo digo.


–Son para tí –Pedro le ofreció las flores, una docena de rosas de color melocotón, y un diminuto oso de peluche con una pelota de fútbol en la mano.


–Qué detalle –dijo Paula, antes de darle un beso. Con los tacones era más fácil besarlo, pero se apartó enseguida para meter las flores en agua–. Si seguimos haciendo eso tendré que volver a maquillarme.


–Si seguimos haciendo eso no iremos a la fiesta –bromeó Pedro.


Ella suspiró.


–Suena bien, pero tus amigos te echarían de menos.


Pedro rozó su mejilla con un dedo.


–Entonces, habrá que dejarlo para otro momento.


–Desde luego.


El hotel que Juan Manuel y Silvana habían elegido para celebrar la fiesta era bien conocido porque en él se organizaban cenas benéficas. Francamente, era tan elegante que daba un poco de miedo. Paula pensó entonces que Pedro estaba acostumbrado a sitios como aquel, pero ella no.


–¿Has estado aquí alguna vez? –le preguntó él mientras bajaban del coche.


–No, pero lo he visto en televisión. ¿No es aquí donde se organizan esas cenas benéficas a las que acuden los famosos?


–Sí –Pedro puso una mano en su espalda. En la otra llevaba un regalo para Juan Manuel y Silvana envuelto en papel plateado.


Un empleado del hotel los acompañó al salón de banquetes, pero apenas habían entrado y dejado el regalo en la mesa correspondiente cuando Pedro le preguntó si veía el bar. Paula soltó una risita.


–¿Desesperado por tomar algo con alcohol?


–No, pero estaría bien que tú tomases una copa de vino antes de que empiecen a acosarnos… Ah, demasiado tarde.


–¡Pedro! –se oyó una voz acercándose entre la multitud.


–Espero que no tengas sed, Paula. Por el momento, no vamos a ir a ningún sitio –murmuró él.


Una mujer muy atractiva de pelo blanco se acercaba a ellos con una sonrisa en los labios.

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