miércoles, 27 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 56

La mujer ladeó la cabeza y continuó:


—Me sorprende la profundidad de tus sentimientos —comentó la señora Alfonso.


Paula hubiera podido decir lo mismo de la señora Alfonso, pero no quería que pensara que pretendía halagarla. ¿Cómo una madre como esa podía haber tenido un hijo tan maravilloso como Pedro? 


Sin previo aviso, como conjurado por el hecho de haber pensado en él, Pedro apareció en el remolque sin llamar. Sus ojos se dirigieron directamente a Paula. Parecía estar sin aliento. Por una décima de segundo ella creyó ver ansiedad en la expresión de sus profundos ojos verdes, pero luego él miró a su madre inquisitivo.


—¿Mamá? Mariana me ha dicho que me estabas buscando. ¿Qué estás haciendo aquí?


La señora Alfonso sonrió a su hijo y lo miró con expresión de enfado.


—¿Qué clase de bienvenida es esa? Paula va a decir que no tienes modales.


Paula observó a Pedro darle un pellizco a su madre para después colocar los brazos en jarras.


—Cuando hablamos ayer no dijiste nada de que ibas a venir a Warwick.


—¡Ni tú dijiste nada de que tuvieras un hijo! —contestó ella en tono de reprimenda, pero en broma. Una vez más Paula se maravilló de lo inteligente y manipuladora que era aquella mujer—. Después de colgar me dí cuenta de que la voz de tu secretaria me sonaba. ¡Era Paula! Entonces comprendí por qué dejabas que viviera en tu remolque con su hijo, y cuando caí en la cuenta de que era mi nieto decidí venir inmediatamente a conocerlo —explicó la señora Alfonso fingiendo entusiasmo—. ¡Es igual que tú cuando eras un bebé, Pedro! ¡Apenas puedo esperar a que se despierte para abrazarlo!


—Sí, es un milagro —contestó Pedro con una mirada tierna que hizo llorar a Paula.


—Lo es —confirmó la señora Alfonso—. Le estaba diciendo a Paula, antes de que llegaras, que admiro mucho su honestidad al venir a decírtelo. ¡Cielos, hay tantas chicas hoy en día que jamás habrían pensado en contárselo al padre! Lamento mucho que las cosas no funcionaran entre ustedes, está claro que no podía ser, pero debes estar contento, Pedro, de que tu hijo sea educado por una mujer tan honesta como Paula. 


Una vez más la mirada escrutadora de Pedro se dirigió hacia Paula, pero esta vez buscando confirmación. El año anterior ella no había tenido más remedio que seguirle el juego a la señora Alfonso.


—Sí, ya le he dicho a tu madre que yo opino que padre e hijo deben conocerse y estar juntos —afirmó Paula.


—Esta es una ocasión muy especial, cariño —continuó la señora Alfonso poniendo una mano sobre el brazo de su hijo, con el tono exacto de entusiasmo requerido—. ¡No podemos mantener oculta por más tiempo una noticia como la de Baltazar! Paula está de acuerdo en venir el fin de semana que viene a casa, al cumpleaños de tu padre. ¡Será una noche memorable!


Paula apartó la vista. No solo había notado la expresión remota de Pedro, sino que estaba horrorizada ante la idea de poner el pie en la mansión de los Alfonso. Sin embargo, había prometido firmar aquel documento. Tendría que someterse.


—Me temo que no nos va a ser posible, madre, estaremos en Laramie.


—Pero pueden volar a Nueva York el sábado y volver a Wyoming al día siguiente. 

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