miércoles, 13 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 29

Paula estaba a punto de levantarse cuando sintió la presencia de Pedro en el umbral de la puerta. Abrió los ojos justo a tiempo para verlo salir, de espaldas. Se preguntaba cuánto tiempo habría estado allí, observándolos. Sin duda, había ido a comprobar cómo estaba Baltazar. El niño debía tener hambre. Escuchó el tintinear de objetos metálicos en la cocina. Se sentía culpable por no haber preparado la comida, y se prometió a sí misma que aquella sería la última vez que él llegara a casa y la encontrara en la cama. Era evidente que necesitaba un descanso más de lo que creía. Aquel era el mejor momento para hablar con Pedro sobre la chica que había ido a visitarlo, antes de que Baltazar reclamara su atención. Paula prefería mantener su identidad en secreto en la excavación, y suponía que él también. Pedro siempre había sido una persona reservada. Había cosas dolorosas de su pasado que jamás le había confiado, y era de suponer que siguiera siendo así tras la separación. Más aún, probablemente se hubiera encerrado más en sí mismo. Otro pecado más que añadir a su lista. Jamás podría defenderse de aquellas acusaciones. Paula se puso las zapatillas y fue en su busca. El olor a pan de ajo y sopa de pescado con almejas que llenaba el ambiente le hacía la boca agua. Pedro adoraba el pescado. Cuando eran novios, siempre pedía salmón, ostras o langosta.


—Ya está todo listo, siéntate.


La ternura, la dulzura de los pequeños detalles que habían formado siempre parte del encanto de Pedro habían desaparecido. Y todo por su culpa.


—Gracias, tiene un aspecto delicioso.


Pedro retiró el enorme mapa que ella había visto sobre la mesa el primer día al entrar en el remolque. Paula, por su parte, despejó la silla cromada para poder sentarse. Sobre la pila de objetos amontonados había un pequeño póster con un motivo del Oeste: «”Buen hombre, ¿Podría usted decirme dónde está su jefe?” El cowboy de Wyoming miró al hombre del Este, escupió tabaco y contestó: “Ese desgraciado aún no ha nacido”».


—¿De dónde ha salido esto? —preguntó Paula echándose a reír.


Pedro lo miró de reojo y tomó asiento.


—De una vieja estación de Laramie. Quería ponerlo en la pared, pero no he tenido tiempo.


—¿Has estado en Wyoming?


—Exacto.


Pedro continuó comiendo sin hacer más comentarios. Paula cayó en la cuenta de inmediato de que no toleraría charla alguna, así que decidió ir al grano.


—Hace un rato vino a verte una estudiante. Entró por las buenas. Yo le pregunté si tenía una cita, pero era evidente que no. No sabía muy bien qué decirle, ella… 

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