lunes, 18 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 39

 —Mariana le ha contado a todo el mundo que soy tu niñera y tu secretaria —dijo ella respirando hondo—. Supongo que la cosa suena bastante sospechosa, teniendo en cuenta que no tengo ni idea de qué estás haciendo aquí. Y, como la gente siga haciéndome preguntas a las que no sé qué responder, tampoco voy a convencer a los demás.


Paula mordió un gyros y Pedro se apoyó sobre el respaldo de la silla mirándola con el ceño fruncido. Hasta el momento ni siquiera había tocado la comida. La tensión era palpable, ella apenas podía tragar.


—¿Qué es lo que quieres saber?


Paula bebió unos cuantos sorbos de soda y contestó:


—Quizá me ayudara saber qué es lo que te ha traído a Warwick precisamente, y… y qué es eso tan importante del foso que has descubierto.


Hubo un minuto de silencio tenso, en el que solo se escucharon los ruidos que hacía Baltazar.


—Te lo enseñaré después de la cena —dijo él dando un mordisco de su souvlaki. 


Aliviada, Paula continuó comiendo antes de levantarse para preparar el café. A Pedro siempre le había gustado tomar una taza de postre. Aquella noche él podría terminar el pastel de manzana que ella había preparado el día anterior. No tenía nada que hacer mientras Baltazar dormía, aparte de cocinar o leer. Pedro no tenía televisión, aunque en realidad no le importaba. Al comenzar a salir juntos ellos habían acordado no comprar televisión cuando se casaran. Siempre habría periódicos o emisoras de radio de las que echar mano. Paula cerró los ojos y recordó a Pedro susurrando, labios contra labios: «Probablemente ni siquiera los necesitaremos, porque pienso estar muy ocupado todas las noches con mi preciosa mujercita».


—Por favor, limpia la mesa en cuanto consigas olvidar a tu novio. Quiero extender el mapa.


Paula abrió los ojos de golpe. No era fácil encajar momentos como ese. Luego limpió la mesa esperando que Pedro no notara que estaba ruborizada. Le hubiera preparado el biberón a Baltazar, pero aún era pronto. Miró por el rabillo del ojo y vió a Pedro desenrollando algo largo y grande, sujeto con una goma. Cuando lo abrió ella, sorprendida, lo reconoció. Él, siempre alerta, escrutó su rostro.


—¿Ocurre algo?


—No, nada, es solo que recuerdo haber visto ese mapa el día en que entré en el remolque a esperarte. Me… me preguntaba dónde estaba.


Pedro lo extendió sobre la mesa. Tras hablar con sus amigos, los nombres de Tooele y Laramie tenían ya sentido para Paula. Una vez más y, siguiendo un acuerdo tácito, ambos se sentaron a la mesa.


—Antes de que desaparecieras de mi vida, recibí una invitación para asistir a un seminario en Londres relacionado con la construcción de un túnel bajo el Canal de Inglaterra. En aquella época yo creía que íbamos a casarnos y que para entonces estaríamos en nuestra luna de miel, así que decliné la invitación. Pero, tal y como descubrí en Kentucky, la vida es lo que te ocurre inesperadamente cuando tienes otros planes.


La amargura que delataba la voz profunda de Pedro le hizo a Paula sentir aún más profundamente, si cabía, su culpabilidad. Él respiró hondo y prosiguió:


—Al no encontrarte a mi vuelta, decidí marchar a Inglaterra. Allí fue donde conocí a Dominic Giraud y a Ezequiel Broderick, que también asistían al seminario. Dom es quien tiene la visión y los contactos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario