lunes, 25 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 54

Cuando la maleta estuvo llena, Paula la llevó al maletero y la dejó junto al cochecito y el columpio musical. De vuelta en el remolque, miró a su alrededor y se preguntó qué más podía embalar. De pronto, unos inesperados golpes en la puerta la sobresaltaron. Como era el último día de estancia de Pedro en la excavación, supuso que se trataría de algún estudiante que quería despedirse y, dejando a un lado su costumbre de preguntar antes, abrió la puerta sin más. Hubiera debido de imaginarse que se trataba de Mariana. Sin embargo, cuando vió quién la acompañaba, estuvo a punto de desmayarse. Era la persona a la que menos esperaba volver a ver en su vida.  La madre de Pedro estaba de pie, vestida con un increíble vestido de seda azul que resultaba tanto más espectacular debido a su estatura. Llevaba el vistoso cabello negro suelto, adornado con artísticos mechones plateados. Su maquillaje perfecto, sin mácula, resaltaba los ojos verdes que brillaban mirando a Paula con una expresión que podría calificarse de pura malicia.


—Señora Hammond —la llamó Mariana con una sonrisa de genuina satisfacción—. La madre del profesor Alfonso lo está buscando. Yo le he dicho que seguramente su secretaria sabría dónde está, ya que cuida de su hijo día y noche. Todo el mundo sabe que el profesor Alfonso no va a ningún sitio estos días si no es con Baltazar en brazos.


Paula no se había dado cuenta de hasta qué punto Mariana estaba celosa. Los celos debían estar carcomiéndola por dentro como si se tratara de un veneno. Y, en cuanto a la madre de Pedro… Se sentía como si estuvieran representando una obra de teatro en la que por fin la audiencia cayera en la cuenta de que ellas tres personificaban los papeles de la buena, la mala y la fea. Aquel era el momento más esperado por el público. Todas las mentiras, artimañas y secretos estaban a punto de desvelarse para dar paso a la verdad. Desde el día anterior, cuando la madre de Pedro llamó por teléfono, había presentido que el enfrentamiento sería inevitable, pero no había imaginado que fuera a producirse tan rápidamente.


—Gracias por tu ayuda, Mariana. Entre, señora Alfonso. Pedro ha salido a comer con el profesor Fawson, pero espero que vuelva pronto.


La madre de Pedro pasó por delante de Mariana sin darle las gracias y entró en el remolque. Paula, haciendo caso omiso de la expresión satisfecha de Mariana, siguió a la señora Alfonso y cerró la puerta.


—Por favor, siéntese —dijo señalando el sofá.


La madre de Pedro se quedó de pie observándolo todo a su alrededor. Jamás había sido tan evidente su actitud condescendiente. Pedro había embalado casi todas sus cosas, solo quedaban los juguetes y el corralito de Baltazar. Una colcha aquí, un biberón allá, un chupete sobre la encimera de la cocina, un álbum de fotos del niño sobre la mesa.


—¿Dónde está? —exigió saber la madre.


—¿Te refieres a Pedro o a Baltazar?


—A tu bastardo. 

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