lunes, 25 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 51

Más tarde, mientras tomaban vino y Chateaubriand para dos en lugar del habitual pescado, Paula se sintió como si volviera a ser la adorada novia que una vez fue. De hecho, cuando Pedro alzó la copa para brindar por Baltazar, ella sonrió, observando sus ojos verdes y chocó la copa contra la de él.


—Por nuestro precioso hijo, para que crezca y sea una persona tan notable y maravillosa como su padre.


De pronto, viendo el anillo de su tía en su mano, desapareció toda su euforia. Estaba, supuestamente, comprometida con otro hombre. Demasiado tarde, había metido la pata. Paula bajó los ojos. Los de Pedro la miraban enigmáticos, brillantes, así que dijo:


—¿Sabes? Creo que estoy un poco mareada. No bebo nada de alcohol desde antes de concebir a Balta, y me temo que se me está subiendo a la cabeza. Puede que sea mejor salir a tomar un poco el aire.


Se había inventado aquella excusa para justificar su comportamiento, tan poco adecuado a las circunstancias. Sin embargo, nada más levantarse de la mesa, Paula se tambaleó. Pedro la agarró al instante del antebrazo. Su contacto le hacía sentirse bien. Deseaba permanecer abrazada a él más que nada en el mundo. Pedro dejó un billete de cien dólares sobre la mesa y la escoltó hasta la calle, en donde ella pudo respirar aire fresco. Cualquier cosa con tal de despejarse y no volver a perder el control.


—El cine está a solo una manzana de aquí, caminemos —sugirió Pedro.


Incapaz de hablar, Paula caminó junto a él tratando por todos los medios de no rozarlo. Sin embargo, de vez en cuando, su cadera rozaba la de él soltando chispas hasta el punto de que temió arder envuelta en llamas. El modernísimo thriller pareció absorber toda la atención de Pedro. A ella, sin embargo, no logró captarla, pero al menos consiguió sacarla de ese estado de aturdimiento en el que decía y hacía cosas que podía lamentar después. Para cuando terminó la película había recobrado el equilibrio y pudo caminar de vuelta al coche sin la ayuda de él. Ella había estado utilizando a Baltazar como escudo para defenderse del carisma de Pedro durante tanto tiempo que, sin él, se sentía como perdida. Nada más entrar en la habitación, Paula se dirigió derecha hacia la cuna en la que dormía Baltazar. Hubiera deseado tomarlo en sus brazos, pero no quería hacerlo mientras la otra mujer siguiera allí. 


—Muchas gracias por cuidar de Balta, señora Wood.


—Es un encanto, espero que vuelvan a llamarme.


Paula se reprimió y no contestó. ¿Qué hubiera podido decir?, ¿Que las cosas no eran lo que parecían?, ¿Que ese hombre no era su marido? Unos cuantos días más y jamás volverían a estar tan cerca el uno del otro.


—Cuente con ello la próxima vez que vengamos a Warwick — aseguró Pedro—. Paula, voy a acompañarla a su coche, enseguida vuelvo.


—Muy bien. Buenas noches, señora Wood.


—Buenas noches.


En cuanto abandonaron la habitación Paula se aseguró de que el bebé estuviera cómodo y corrió al baño a prepararse para acostarse. Se echó la bata por los hombros, por encima del camisón, y subió a la cama tapándose con las sábanas con el teléfono en la mano, esperando a que contestaran. Era necesario que Pedro creyera que aprovechaba cada instante a solas para hablar con su novio. Cuando, minutos más tarde, él volvió, estaba tumbada de lado, de espaldas a la puerta, con el teléfono en la oreja. Pedro se acercó a su cama y se quedó de pie. Ella podía sentir sus ojos observándola. Tragó fuerte y lo miró, haciéndole saber que había notado su presencia. Su aspecto serio la obligó a colgar de inmediato. 


—Ahora tengo que marcharme, Fer. Te llamaré mañana. Yo también te quiero —Paula colgó y dejó el teléfono sobre la mesa. Luego levantó la vista e hizo una mueca al ver el rostro inexpresivo de él, que parecía una máscara—. Llevas una semana sin dormir en una verdadera cama, Pedro. Yo me levantaré a darle el biberón a Balta, tú duerme. Ah, y gracias por una velada tan encantadora. Era justo lo que necesitaba.


—Me alegro de oírlo y, ya que te has ofrecido para cuidar de nuestro hijo, supongo que no te importará que tarde aún un rato en irme a la cama.


El corazón de Paula dió un vuelco al verlo salir por la puerta. ¿A dónde iba? Pedro llevaba mucho tiempo viviendo en Warwick, seguramente habría conocido a mujeres deseosas de estar con él. Quizá incluso mantuviera una relación con alguna de ellas. Cuanto más lo pensaba más se daba cuenta de que él se había mostrado muy interesado en pasar la noche fuera. Ir a un hotel era la fórmula perfecta. No podía soportarlo. 

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