viernes, 1 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 1

Paula Chaves salió del coche de alquiler y cerró la puerta. A aquellas horas de la mañana olía a lluvia. Pronto empezaría a caer. Estaba en el lugar de la excavación, a las afueras de Warwick, en el estado de Nueva York. Tras mirar a su alrededor, se encontró con un par de estudiantes que salían de uno de los numerosos remolques.


—Disculpen, ¿Podrían decirme dónde puedo encontrar al profesor Pedro Alfonso? Me han dicho que es el geólogo especialista de este proyecto.


Dos cabezas se giraron, al mismo tiempo, hacia ella. Averiguar el paradero exacto de Pedro le había costado varios días y unas cuantas conferencias telefónicas a varias universidades del estado de Nueva York. Era siempre halagador que un joven la mirara con admiración, pero en aquel momento estaba tan nerviosa y asustada que no era capaz de apreciar la atención. Le temblaban tanto las piernas que era un milagro que siguiera en pie. Y más aún que pudiera caminar. El chico rubio sonrió y contestó:


—Vive en un remolque por ahí, al fondo.


Había llegado al lugar adecuado de milagro.


—¿Eres estudiante del equipo del profesor Fawson, de la New York University, por casualidad? —preguntó el compañero con ojos azules brillantes.


La razón por la que Paula estaba allí no era de la incumbencia de nadie, pero tampoco podía culpar a aquellos chicos por intentar ligar. Estaban a primeros de octubre, las clases universitarias acababan de comenzar y, como era natural, creían que ella era una estudiante. Podía ver al resto de sus compañeros trabajando a cierta distancia.


—Me temo que no, pero gracias por su ayuda.


—De nada —contestó uno de ellos, mientras Paula volvía al coche para avanzar por el camino polvoriento hasta el final.


Una gota cayó sobre el parabrisas, y luego otra. El estacionamiento no tardaría en convertirse en un barrizal. Cuanto más se acercaba al remolque de Pedro, su hogar temporal, más se le aceleraba el pulso. Podía escuchar los latidos de su corazón resonando en sus oídos. 


Cuando realizaba trabajos de campo la jornada laboral de Pedro comenzaba al amanecer, así que era perfectamente posible que no estuviera. Paula había abandonado el Bluebird Inn, su hotel en Warwick, a las cinco y media de la madrugada esperando pillarlo antes de que se marchara a medir tierras, propiedades, y hacer mapas de recursos hidráulicos. Durante las clases de Introducción a la Geología que él había impartido como profesor invitado en la universidad de UCLA, San Diego, California, un año atrás, había aprendido que había un enorme abanico de disciplinas científicas relacionadas con el estudio de la tierra. Sin embargo, todas aquellas cortas charlas mantenidas antes y después de las clases jamás habían sido suficientes para ella. Tras llevarla Pedro a casa un día por encontrarse enferma,  se había enamorado profundamente del atractivo hombre del este. Y, según parecía, aquel breve rato en su coche tampoco había satisfecho las necesidades de él. Una vez que ella se recobró de su enfermedad, él le sugirió que fueran a cenar a un restaurante con vistas al mar. Y, desde aquel momento, nunca más habían vuelto a separarse. Tras un breve pero romántico cortejo, en el que abundaron los paseos a lo largo de la playa, Paula y Pedro fijaron una fecha para su boda y después volaron a la ciudad de Nueva York a hablar con la familia de él. Y fue entonces cuando comenzó la historia de horror. Paula no había tenido más alternativa que romper el compromiso. En realidad, jamás había imaginado que volvería a verlo, sobre todo después de todo lo que había sufrido. Sin embargo había ocurrido algo inimaginable, algo sobre lo que necesitaba hablarle. Si no lo hacía, jamás podría volver a vivir tranquila consigo misma.


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