viernes, 8 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 20

Tenía que convencer a Pedro de que tenía novio, era necesario. Por eso Paula se dió la vuelta aparentando estar enfadada.


—¿Y por qué crees que he decidido aceptar tu trato?


—Porque no has huido con Balta mientras estaba durmiendo — contestó Pedro con una mirada mordaz.


—No habría llegado demasiado lejos —admitió ella alcanzando el cepillo para peinarse el cabello.


—Me alegro de que lo comprendas.


Si de verdad hubiera estado comprometida con otro hombre, aquel comentario la habría puesto furiosa.


—Ya basta, Pedro. Tú ganas. Viviré contigo durante un mes, pero deja en paz a mi novio. Puede que a él no le guste este apaño, pero te aseguro que me ha animado a aceptarlo porque sabe que si pierdo a Balta jamás seré feliz. Él es así, es una buena persona, así que no hay nada más que hablar de él —contestó Paula con voz trémula. 


A juzgar por la expresión indescifrable de Pedro, Paula había hecho un buen trabajo. Su representación había sido mejor de lo que esperaba.


—He llamado para pedir el desayuno, debe estar al llegar. Mientras esperamos, hagamos una lista de las cosas que necesitaremos en nuestro feliz hogar.


—Pero si apenas hay sitio para nada en el remolque —objetó Paula mordiéndose el labio.


—Nos las arreglaremos. Prefiero un remolque abarrotado que un palacio.


Pedro jamás había podido tolerar el estilo de vida ostentoso de sus padres. Le parecía obsceno hacer gala de sus riquezas, y prefería, con mucho, tener un gesto humanitario. Solo por eso era ya una persona notable. Pero si comenzaba a enumerar las virtudes de él, Paula sabía que jamás terminaría.


—Bueno, para empezar necesitaremos una cuna. Puedo pedirles a mis padres que me envíen la ropa de Balta.


—Dudo mucho que un bebé de seis semanas disponga de un armario completo —contestó Pedro haciendo un gesto exasperado—. Pararemos en la ciudad y compraremos lo que necesite. Cuando desapareciste tan repentinamente de mi vida, creí que jamás viviría la experiencia de comprarle nada a un hijo mío pero, después de pasar una noche con él, he descubierto que me gusta ser padre más de lo que hubiera imaginado. Quiero comprarle uno de esos cochecitos guateados para que me acompañe por todas partes en la excavación. Y un columpio. Camila tiene uno automático que puede reclinarse para echarse la siesta. A Balta le va a encantar. 



—¿Camila?


—Hmm, es la hija de Dominic. Es preciosa.


Paula no había oído aquel nombre jamás. El pulso se le aceleró. ¿Se trataba acaso de una mujer con la que Pedro había establecido cierta intimidad? Y, en tal caso, ¿Hasta qué punto?


—¿Quién es Dominique?


—Alguien que significa más para… espera un minuto, creo que llaman a la puerta. Debe ser el desayuno.


Evidentemente Pedro no había estado viviendo como un monje. 

1 comentario: