miércoles, 20 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 42

Paula parpadeó tratando de evitar que las lágrimas resbalaran por sus mejillas.


—Jamás podría ceder, y tú lo sabes.


—Entonces fin del problema —contestó él satisfecho—. Ahora voy a quedarme aquí con Balta y a acostarlo esta noche. Si quieres, puedes utilizar el ordenador para mandarle un mensaje a Fernando. El otro día se me olvidó decírtelo.


—No le funciona el módem.


—Vaya, pero al menos puedes llamar por teléfono y escuchar su voz.


Paula necesitaba desesperadamente cambiar de tema, sentía náuseas.


—Voy al salón a completar el álbum de fotos de Balta.


—¿Te he dicho ya que en algunas de esas fotos Balta se parece a mi madre cuando era bebé? Si no fuera por la calidad de la película ni tú sabrías distinguirlos.


El hecho de que Pedro mencionara a su madre asustó tanto a Paula que enseguida supo que vomitaría. Era una suerte que el baño estuviera tan cerca. Cerró la puerta y vomitó.


—¿Paula? —la llamó Pedro alarmado.


—Estoy… estoy bien.


Paula se enjuagó la boca y se lavó los dientes. Minutos más tarde, al salir del baño, vió a Pedro de pie, junto a la cuna, donde Baltazar estaba acostado. Sus rasgos esbozaban una mueca.


—¿Por qué no me has dicho que te encontrabas mal?


—No lo sé, ha sido de repente.


—Vete a la cama, yo me ocuparé de todo. ¿Necesitas que te ayude a desvestirte?


Podía soportar la ira de Pedro, pero no su ternura.


—No, gracias. Creo que voy a tumbarme aquí un minuto hasta que se me pasen las náuseas.


—¿Quieres que me lleve a Balta?


—Sí, por favor.


Se hizo un largo silencio. Luego él añadió:


—Buenas noches. Si necesitas algo, llámame.


Lo necesitaba a él. Pedro tomó en brazos al niño y abandonó la habitación. Luego, apagó la luz y dejó la puerta entornada. Se sentía débil debido al repentino vómito, así que cerró los ojos durante un segundo esperando levantarse enseguida para ponerse el camisón. Sin embargo, de improviso, eran las tres de la madrugada. Baltazar hacía aspavientos y ruidos exigiendo el biberón, pero le llevó un rato ponerse a llorar a pleno pulmón. Paula se sentía mucho mejor, así que salió de la cama. Seguía vestida. Desde su llegada, Pedro se había levantado todas las noches para cuidar del bebé. Ella sabía que jamás lo confesaría, pero tenía que estar exhausto. Era su turno de descanso. 

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