miércoles, 13 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 27

 —Ha venido dándoselas de generosa, me ha dicho incluso que me permitiría visitar a mi hijo, pero que será Fernando Hammond quien lo críe, quien lo llame hijo —Dom juró en francés, y Pedro continuó—. Cuando terminó el discurso que, evidentemente, llevaba semanas ensayando, le dije que solo estaba dispuesto a acceder a su plan si se quedaba conmigo un mes para que pudiera conocer a mi hijo.


—Eso debe haberla afectado terriblemente.


—La afectó, te lo aseguro.


—¿Y accedió?


—No le he dado opción. O eso, o la llevaba a los tribunales por la custodia de Baltazar y no volvía a verlo jamás, así que cedió. 


—En treinta días tienes tiempo de sobra para averiguar por qué rompió contigo —añadió Dom con su mente brillante.


—Eso ya da igual.


—Si tú lo dices, mon ami —contestó Dom.


Pedro siempre había estado de acuerdo con su amigo, pero en los últimos tiempos había llegado a la conclusión de que era inútil. Simplemente trataba de sobrevivir. Si permitía que Paula se le acercara de nuevo, jamás se vería libre de ella, de su poder sobre él.


—Lo más importante es Baltazar —comentó Pedro—. Tengo intención de ser su único padre en este mundo. Voy a mantenerlo, pero también voy a ser el único en criarlo. Y jamás habrá herencia. Algún día, cuando Paula se entere, lamentará haber vuelto trayendo consigo a nuestro retoño. Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que no estaba tomando la píldora. Nos acostamos juntos porque ella me lo suplicó, me dió la sensación de que necesitaba esa unión antes de mi viaje, de que se sentía insegura. ¡Demonios, Dom, caí en la trampa más antigua en que puede caer un hombre, y ni siquiera me dí cuenta!


—Puede ser, pero puede que no.


—¡Pero si todo encaja! —exclamó Pedro.


—¿Te refieres a que encaja igual que cuando yo creía que encajaba todo en mi relación con Leticia? ¿Recuerdas la noche anterior a mi boda en Niza, cuando Ezequiel y tú subieron a bordo del yate y me encontrasteis en el mismo estado en el que te encuentras tú ahora?


—Bueno, es difícil olvidarlo —contestó Pedro parpadeando.


—También para mí. Estuve a punto de perderla.


—Pero mi situación no es la misma.


—Jamás lo parece cuando se está en esa situación, sufriendo. Pero yo sé algo que tú no.


—¿De qué estás hablando? —inquirió Pedro aferrándose al auricular.


—Deja que te haga una pregunta primero. ¿Qué sabe Paula sobre mí?


—Nada, tú y yo nos hicimos amigos después de mi ruptura con ella.


—Entonces, ¿Jamás le has mencionado mi nombre?


—Bueno, sí, creo que esta mañana tu nombre salió en la conversación. ¿Por qué? 


—Porque antes, cuando hablamos por teléfono, ella creía que era una mujer.


—Bueno, pero eso es bastante corriente —repuso Pedro recordando que Paula había susurrado algo al teléfono.


—Sí, pero ella pareció muy aliviada al descubrir que era un hombre. No lo olvides. Hablaremos dentro de unos días, cuando se halla aclarado la neblina. Creo que para entonces verás las cosas con más claridad. Y, en cuanto tengas un minuto, mándame una foto de tu hijo por e-mail. Leticia se va a entusiasmar. Dentro de un año Camila y Baltazar serán buenos amigos. A bientót, mon camarade. 

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