miércoles, 6 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 13

Pedro hablaba sin elevar la voz. Quizá fuera esa la razón por la que sus reproches sonaban tan rotundos. Paula enlazó las manos y contestó:


—Te dije que estaba tomando la píldora, pero el ginecólogo me dijo que debía haberlas tomado durante un mes antes de…


—Pero eso no explica por qué no me informaste de que llevabas a mi hijo en tu vientre.


Horrorizada ante aquella agresividad inesperada, Paula buscó las palabras que pudieran calmarlo. Cualquier cosa excepto la verdad.


—Sabía cuánto me odiabas por haber roto así nuestra relación, mi comportamiento no tenía excusa posible, comprendí que había sido una cobarde. Y todo porque era demasiado inmadura para un hombre como tú. Por eso, dadas las circunstancias, no quise causarte más dolor.


Los rasgos de Pedro se endurecieron. Aquello pareció avejentarlo a pesar de tener solo treinta y seis años.


—Y entonces, ¿Por qué diablos has venido ahora?


Paula luchó por contener el llanto que le provocaban sus amargos reproches. «Siento mucho lo que te he hecho, mi amor. Jamás podrás imaginarte el infierno que ha supuesto para mí. Jamás podré explicártelo». 


—Porque al tener un niño me he visto obligada a tomar en consideración a otra persona aparte de mí. Antes de que naciera Baltazar vivía como en un sueño. Sin embargo, cuando el médico lo dejó sobre mi vientre, de pronto me dí cuenta de que en parte era tuyo. En ese momento decidí que vendría a traértelo en cuanto mi ginecólogo me permitiera viajar. No hubiera podido vivir ocultándotelo. Como padre de nuestro hijo, Dios te otorga el derecho a conocer su existencia. Fernando… Fernando está de acuerdo.


—¿Fernando? —repitió Pedro palideciendo.


De no haberlo conocido mejor, Paula habría jurado que estaba enfermo.


—Fernando Hammond, mi novio —Dios mío, las mentiras crecían…—. Él sabe que estoy aquí, y por qué. Quiere ser un buen padre para Balta cuando nos casemos. Es una buena persona, puedes confiar en él para ayudarme a criar a tu hijo.


Pedo se había quedado inmóvil. Aquello hubiera debido bastar para que Paula se diera cuenta de que era mejor callar, pero llevaba semanas ensayando aquel discurso, y necesitaba decirlo todo de corrido mientras aún tuviera agallas.


—Si… si quieres ver a Balta de vez en cuando yo estoy dispuesta a arreglar contigo el tema de las visitas. Te daré mi número de teléfono — añadió acercándose a una cómoda para escribir el número en un papel—. Cuando Fernando y yo nos casemos te daré el teléfono nuevo.


Al levantar la cabeza, Paula se dió cuenta de que Pedro había dejado al bebé sobre la cama. Atónita, observó que se había tumbado junto al niño y medía su fuerza. La risa profunda que salió de su garganta fue prueba de cuánto le deleitaba estar con su hijo. Había soñado muchas veces con una escena doméstica como aquella entre padre e hijo, pero la realidad, por otro lado, era tan triste, que tuvo que luchar por contener las lágrimas.


—Pedro…


Pedro siguió haciendo lo mismo, y Paula se preguntó si la había oído.


—¿Qué ocurre? —inquirió él sin mirarla siquiera.


—Sé que todo esto ha sido un shock para tí, pero no es necesario que decidas hoy lo que vas a hacer. Si necesitas tiempo, yo lo comprendo.


—No necesito tiempo —respondió él directo—. Quiero la custodia de Baltazar. 

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