miércoles, 13 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 26

Era difícil sorprender a Dominic Giraud, pero en aquella ocasión Pedro lo había conseguido. Su amigo y colega vivía en Wyoming. El otro buen amigo de ambos, Ezequiel  Broderick, vivía en Tooele, Utah. Ezequiel, por el momento, no sabía nada. El gigantesco proyecto en el que trabajaban los tres requería de una concentración constante, pero la llegada de Paula y de Baltazar causó tanto revuelo que quedó olvidado.


—¿Era tu ex novia la que me contestó al teléfono?


—Sí, la misma.


—¿Y rompió contigo sabiendo que llevaba a tu hijo en el vientre? — exigió saber Dominic perplejo.


Pedro sabía que siempre podría contar con su apoyo. Suspiró pesadamente y contestó:


—Dice que no supo que estaba embarazada hasta que el daño no estuvo hecho y, naturalmente, cuando se enteró, pensó que no debía decirme nada para no hacerme más daño, así que…


—¡Dios mío! —lo interrumpió Dominic enérgico. Pedro sabía que estaba pensando, lo mismo que había pensado él. Sin embargo, ver su reacción le hacía revivir de nuevo todo el dolor. Tras una larga pausa, Dominic añadió—: ¡Tienes un hijo!


—Sí, tengo un hijo.


—¿Y no te cabe ninguna duda de que es hijo tuyo?


—Basta un vistazo para comprobarlo —contestó Pedro tragando.


—¿Así que es tu viva imagen, mon vieux?


Aquel era un apelativo cariñoso que Dominic usaba con todos sus amigos.


—Bueno, también tiene rasgos de Paula.


—Claro, por supuesto.


—Demonios, Dom, esto me está destrozando.


—Tienes suerte de tener un hijo —musitó Dominic con voz profunda—. Sea lo que sea lo que te haya hecho Paula, al menos ha tenido la decencia de informarte. Algunas mujeres que conozco no se habrían molestado…


—Lo sé.


—¿Quiere volver contigo? 


—No, va a casarse dentro de dos meses —contestó Pedro, apretando los dientes—. Supongo que, después de decirme que era demasiado viejo para ella, se habrá buscado un chico joven bien cargado de hormonas masculinas al que no le importe su apellido. Me imagino que espera que les pase el suficiente dinero a cuenta del niño como para vivir ella y su novio con toda clase de lujos.


—¿Aún sigue empeñada en eso de que es demasiado joven para tí? — preguntó Dom compasivo.


—Sí.


—¿Quieres saber lo que opino? —preguntó Dominic después de una larga pausa.


—Sí, adelante. Necesito escuchar la voz de la sensatez. Perdí la cordura cuando la ví en el remolque —más bella que nunca, hubiera debido añadir.


—No creo que sea esa la razón por la que rompió contigo, jamás lo creí, y ahora que se ha presentado así, con tu hijo, menos aún. Pedro… si de verdad no siguiera enamorada de tí, jamás se habría acercado, y menos aún con el niño. Aquí ocurre algo.


—¡A menos que sea más lista de lo que creía! —soltó Pedro—. Puede que quiera asegurarse de que su hijo hereda lo que le corresponde, a pesar de lo que me odia. Si es así, entonces es que jamás me comprendió. Tú sabes muy bien lo que opino al respecto, después de lo ocurrido con mi familia.


—Sí, lo sé —confirmó Dominic, que comprendía bien el pasado de Pedro. 

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