lunes, 18 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 37

Aquel estudiante estaba comenzando a molestarla.


—No hace falta, seguro que tiene algo más interesante que hacer.


—No, no tengo nada que hacer, es mi tarde libre. Y, la verdad, estos días he estado buscándola, esperando el momento de volver a verla. ¿Cuánto tiempo más va a cuidar del hijo de Alfonso?


—Tres semanas —contestó ella respirando hondo.


—El profesor Alfonso tiene fama de exigente, pero no creo que espere que trabaje usted noche y día. Seguro que no le importa que salga esta noche.


Damián no comprendía la situación. Como el resto de la gente de la excavación, probablemente creyera que compartía la cama con Pedro. Decirle que estaba comprometida no había servido de nada. Sin duda, esperaba ligar con ella en la fiesta, dejar que las cosas sucedieran de un modo natural.  En otras circunstancias Paula habría dejado que la naturaleza siguiera su curso, pero solo con Pedro. Damián no comprendía que era ella quien no quería separarse del padre de Baltazar, por mucho que él no le hiciera caso por las noches, al volver del trabajo. Pedro la había herido terriblemente al llevarse al bebé a Warwick sin ella. El tiempo pasaba volando, pronto dejarían de ser una familia. A pesar de la melancolía que mostraba él en el remolque, cuando no estaba jugando con Baltazar, Paula no podía soportar la idea de la separación.


—Bueno, me ha dado la tarde libre —contestó ella esperando que el estudiante captara la indirecta y dirigiéndose hacia un claro entre los árboles.


A cierta distancia, una enorme área había sido despejada de toda vegetación y, dentro de ella, agachados, trabajaban al menos una docena de estudiantes. El agujero cavado era del tamaño de una piscina olímpica.


—¿Qué ocurre ahí?


—El profesor Alfonso estaba trabajando en un proyecto cuando descubrieron ese foso. Está repleto de huesos, por eso se puso en contacto con el profesor Fawson. Lo han declarado excavación arqueológica de primera magnitud. Eso no es más que la punta del iceberg.


Paula pudo ver huesos parcialmente enterrados que los estudiantes trataban de sacar. Trabajar en un hoyo tan importante era excitante.


—¿Quiere decir que puede haber más?


—Exacto, llevará años sacarlos.


—¿Y cómo de antiguos son esos huesos?


—No deben hablar mucho el profesor Alfonso y usted —contestó el estudiante observándola y especulando.


Paula se dejó llevar por su temperamento. Hablar con ese estudiante, definitivamente, no había sido una buena idea.


—No cuando hay un recién nacido que necesita cuidados constantes.


—¿Y dónde está la madre?


—¿Por qué lo pregunta? —inquirió ella a su vez ella, harta de tanta pregunta.


—Mariana quiere saber quién es su competidora —contestó él con una sonrisa.


«Claro, Mariana». 


—Pues supongo que si le interesa tanto saberlo tendrá que preguntárselo al profesor Alfonso.


—Sí, lo ha intentado, pero por el momento no ha conseguido ni meter un pie en el remolque.


Aquella noticia tranquilizó definitivamente a Paula.


—En ese caso, Mariana ya tiene su respuesta, y es inútil que lo mande a usted a hacer más averiguaciones.


—Vamos —sacudió el cabeza el estudiante—, también lo pregunto por mí. No sé cómo hacerle entender que me gustaría conocerla mejor.


—Ya le he dicho que tengo novio —contestó Paula antes de volver al remolque—, y no sé cómo hacérselo entender.


—Ya has oído a la señora Hammond, Atwood —intervino una voz masculina y amenazadora, que les resultó familiar. 

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