viernes, 15 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 33

La decisión, por supuesto, estaba tomada, pero eso significaba que su vida, irrevocablemente, había cambiado. Envejecería en soledad, pero Pedro siempre estaría cerca a causa de Baltazar. Él era hijo de los dos, era el lazo que los unía. Jamás dejaría de buscarlo, de esperar noticias suyas, de preguntarse qué estaba haciendo. Lo amaría siempre, para siempre.


—Está sonando el teléfono, Paula. ¿Quieres contestar?


Conmovida ante su propia ensoñación, Paula recogió a Baltazar y se acercó a la encimera de la cocina a contestar.


—Esta vez llaman desde el área codificada con el número 801 — informó.


Pedro estaba sentado en el suelo, leyendo las instrucciones del corralito.


—Será Ezequiel, dile que espere un momento.


Paula obedeció. Al otro lado de la línea se escuchó una masculina y vibrante voz.


—¿Eres Paula? 


—Sí.


—Creo que tengo que darte la enhorabuena. Dom me ha llamado hace un momento y me ha contado la noticia. ¡Yo también quiero fotos!


—Esta noche he hecho algunas de Pedro con el niño en brazos —sonrió ella.


—¿Sí? Tengo que verlas.


Los amigos de Pedro eran maravillosos. Paula deseó de todo corazón conocerlos. Hubiera dado cualquier cosa por ser su esposa, por vivir con él el resto de su vida.


—Espera un segundo, enseguida se pone Pedro. Está montando un corralito.


—Creo que voy a tener que ir a Nueva York a conocer a ese pequeño —contestó Ezequiel soltando una carcajada—. A ver si es verdad eso que dicen de «De tal palo, tal astilla».


—¿Dónde vives?


—Ahora mismo en Tooele, Utah.


—Eso está cerca del lago Great Salt Lake, ¿Verdad?


—Exacto. Veo que dominas la geografía.


—¿Te has bañado en el lago? —preguntó ella con una sonrisa—. ¿Es cierto que flotas como si fueras un corcho?


—¡Por supuesto! —rió Ezequiel de nuevo—. Tienes que venir a probarlo alguna vez.


—Siempre he querido…


—¿Te importa si te interrumpo? —musitó Pedro desde detrás de ella.


Paula sintió el calor de su aliento contra el cuello. Aquel tono amenazador demostraba que a Pedro no le gustaba que charlara con su amigo.


—Un momento, Ezequiel, aquí está Pedro —dijo con voz trémula, tendiéndole el auricular.


Paula dejó a solas a Pedro y entró en su dormitorio a cambiar al bebé de pañal. Aquel era su momento favorito de la tarde. Hizo sonar la caja de música. La sonora melodía invadió la habitación, y el móvil comenzó a girar. Baltazar observó hipnotizado el movimiento de los personajes de colores. Era evidente que le resultaba estimulante, porque no dejaba de mover los brazos y las piernas. Pedro no tardó mucho en entrar buscando a Baltazar, pero cuando vió su respuesta al juguete se quedó de pie, observándolo fascinado. Ella no podía soportar estar cerca de él.


—Voy a preparar la cena, Pedro. ¿Te apetece algo en particular esta noche? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario