miércoles, 13 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 28

 —¿Profesor Alfonso? ¿Puedo hablar con usted un minuto?


Pedro había estado fuera más tiempo de lo que pensaba. Primero en la excavación, con los estudiantes, y después hablando con Dominic. Habían transcurrido casi dos horas. Tenía que volver al remolque, así que continuó caminando sin prestar demasiada atención.


—Me temo que ahora mismo no tengo tiempo, Mariana. De hecho, no voy a estar disponible para ninguna cita hasta mediados de la semana que viene.


—Pero es que no se trata de nada relacionado con la excavación — explicó ella apresurándose, tratando de mantener el paso de Pedro—. Oí al profesor Fawson decir que iba a contratar a una secretaria para ayudarlos con el papeleo a los dos, a usted y a él, y me ofrecí a hacer ese trabajo por las noches. El profesor Fawson me dijo que viniera a verlo.


—Aprecio mucho su oferta, Mariana, pero ya tengo quien me ayude — mintió, deteniéndose de golpe.


—¿Se refiere a la mujer con la que acabo de hablar, la que estaba en su remolque? —preguntó Mariana tensa—. ¿Sabe algo de arqueología o de geología?


—Satisface todas mis necesidades —contestó Pedro dejándose llevar por una repentina inspiración—. Por favor, déle las gracias al profesor Fawson de mi parte.


Minutos más tarde, en el remolque, Pedro descubrió que Paula y Baltazar estaban dormidos y se quedó en el umbral de la puerta contemplándolos, perdiendo la noción del tiempo. Balta estaba boca arriba, con los brazos estirados y los puños cerrados. Su carita era perfecta. Paula estaba de lado, hacia el niño, con el pelo desparramado sobre la almohada como una princesa. Era su Rapunzel de melena pelirroja y brillante. Escrutó los rasgos clásicos de su rostro y su exquisita silueta. El nacimiento del niño había hecho de ella una mujer más voluptuosa que nunca. Paula era una arrebatadora combinación de curvas. Los vaqueros revelaban la larga y esbelta forma de sus piernas, que podía sentir enrolladas a las suyas cada vez que se permitía el lujo de recordar su única noche de pasión.  Al principio, Paula se había mostrado tímida y adorable, y él, sencillamente, la había abrazado. Luego ella había alzado los ojos, grises y cristalinos, rebosantes de amor, en una clara invitación, y entonces él se había sentido perdido. La respuesta de ella había sido más apasionada de lo que jamás hubiera soñado. Su ardor mutuo los había llevado a hacer el amor una y otra vez. Los ojos de Pedro se llenaron de lágrimas recordando la belleza de aquel momento. Luego, dirigió la mirada hacia su hijo. Aquella había sido la noche en que habían concebido a Baltazar. ¿Habría sido todo fingido?, ¿Sería cierto que Paula solo quería su dinero? Si era así, era una magnífica actriz. Durante aquellas horas de euforia, había logrado convencerlo de que lo era todo para ella, de que él era su vida. Pedro cerró los ojos sintiendo cómo la negrura del año transcurrido lo envolvía. Dom le había advertido de que quizá las cosas no fueran lo que parecían. Paula había vuelto a la escena del crimen con el bebé, eso no era corriente dadas las circunstancias. Necesitaba tiempo para despejar la neblina. En el caso de Dom, al final todo había salido bien. Se alegraba por él y por Leticia. Pero Paula no era Leticia. Apretó los puños. Durante todo aquel tiempo, le había ocultado que iba a ser padre. Buscaba su dinero, no había otra explicación. Su mirada vagó una vez más por la silueta de ella. Al final de aquellos treinta días ella iba a llevarse una sorpresa. 

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