lunes, 11 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 24

 —¿De parte de quién?


—Soy Dominic —contestó la voz con acento francés.


—¡Eres un hombre! —exclamó Paula sin poder evitarlo.


—Bueno, lo era la última vez que lo comprobé —rió—. Y me siento como tal.


—Lo… lo siento —se disculpó Paula tartamudeando, sintiéndose terriblemente violenta—. Creía que eras una…


—¿Una mujer? —la interrumpió él bromeando—. Mi nombre se escribe con una «c» al final, el nombre femenino acaba en «que».


—Claro, por supuesto, por favor, perdóname —volvió a disculparse Paula sintiéndose como una tonta.


—Tranquila, no pasa nada.


—No se lo digas a Pedro —murmuró Paula volviendo la cabeza hacia la puerta.


—¿Que no me diga qué? —gritó Pedro desde la cocina. 


—¡Na… nada! —contestó Paula girándose hacia él.


Pedro escrutó su rostro hasta que Paula, incómoda, se arrellanó en el sofá.


—Casi he terminado de instalar la cuna. Dile a Dom que lo llamo dentro de veinte minutos.


—Dominic…


—Sí, ya lo he oído, dile que espero su llamada. Muchas gracias por servir tan amablemente de intermediaria.


—De nada. Adiós.


Fuera quien fuera ese hombre, a Paula le gustó de inmediato. Necesitaba hacer algo, de modo que dejó al bebé sobre el sofá colocando la colcha de manera que no se cayera y comenzó a buscar las sábanas entre los paquetes. Cuando las encontró, fue al dormitorio, donde Pedro acababa de terminar de ensamblar la cuna.


—Me alegro de que al final escogiéramos la de nogal. Es preciosa, Pedro. Muchas gracias por todo, has sido muy generoso.


—¡Soy el padre! —musitó Pedro con un brillo de ira en los ojos que la asustó—. No hace falta que me des las gracias por cosas que, en circunstancias normales, no serían un regalo.


—No pretendía ofenderte —contestó Paula nerviosa, humedeciéndose los labios—. Solo quería que supieras cuánto aprecio lo que has hecho. ¿Quieres que haga yo la cunita mientras llamas por teléfono a tu amigo? Balta está dormido.


Pedro no contestó. Se quedó ahí, esperando y observándola desenvolver los paquetes. Paula estaba tan nerviosa que no hacía nada bien. Por fin pudieron hacer la cuna. Él la ayudó a atar la chichonera con dibujos de Winnie de Pooh.


—Traeré el móvil para colgarlo encima.


Pedro encontró el paquete. En pocos segundos el móvil estaba atado a la cuna.


—A Balta le va a encantar —comentó ella con voz trémula por la emoción.


—Vamos a verlo, ¿Quieres?


Por segunda vez, Pedro se marchó. Cuando volvió llevaba en brazos al bebé que, en ese instante, tenía los ojos abiertos. Paula sospechó que él lo había despertado a propósito, pero no se enfadó. Estaba ansioso por ver cómo reaccionaba su hijo al nuevo entorno. Ambos rieron cuando el bebé bostezó y se quedó dormido.


—Es su hora de la siesta. Luego, hacia las cinco de la tarde, estará más despierto y será más divertido. Entonces lo bañaremos. Le va a encantar la bañerita nueva que has escogido para él con una estrella de mar.


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