miércoles, 6 de enero de 2021

Perdóname: Capítulo 11

 —Estoy convencida de que aquel día que me constipé y fui a su despacho todo fue obra del destino. Yo para entonces ya estaba medio enamorada de tu padre: el famoso, el brillante, el apuesto profesor Alfonso. Todas las chicas de clase tenían fantasías sobre él, pero fui yo la que tuvo la suerte de entrar en su despacho para hacer aquel examen. Él fue terriblemente tierno conmigo —continuó Paula sintiendo un escalofrío al recordar el contacto de su mano en la mejilla, cuando él la tocó para ver si tenía fiebre—. Después de llevarme a casa, me llevó la cena y flores. No tuve que hacer el examen hasta que no me encontré bien. Y, para entonces, ya estaba locamente enamorada de él, incluso olvidé el resto de mis clases. Pasábamos juntos todo el tiempo que podíamos. Por las noches paseábamos a lo largo de la playa hablando de nuestras vidas, y al final siempre acabábamos el uno en brazos del otro. Él compartía todos sus sueños conmigo. ¿Te lo imaginas? ¡Conmigo! Yo le contaba los míos. Y tú eras parte de esos sueños, Balta. Tú, y el resto de la familia que algún día tendríamos. Tu padre había llevado una vida fascinante. Su origen privilegiado le había dado la oportunidad de obtener la mejor educación en el mejor de los colegios. Había vivido aventuras que lo habían llevado alrededor del mundo. Y lo más sorprendente de todo es que él se convirtiera para mí en todo mi mundo, y yo en el suyo. Me ví forzada a romper con él… —continuó Paula con voz trémula, recordando el dolor de aquellos días en que él se marchó a dar aquel seminario—… pero siempre le estaré agradecida por haberme dejado embarazada de tí. Tú eres todo lo que me queda de él. Cuando volvamos a casa, jamás volveré a mirar atrás. Voy a criarte para que seas igual que él, para que seas un hombre magnífico como lo es él. Voy a dedicarte mi vida entera, cariñín. Vamos, vamos a desvestirte y a prepararte para ir a la cama. Mañana nos espera un largo viaje a San Diego. Necesitas dormir, y yo también.


Paula se levantó de la cama para buscar el pijama de Baltazar en la bolsa del bebé, y en ese momento sonó el teléfono. Debía de ser su madre que, preocupada, llamaba para enterarse de lo sucedido. «No me ha ido demasiado bien, mamá». Dió la vuelta a la mesilla de noche y contestó.


—¿Señorita Chaves? Aquí Recepción. Ha venido un tal profesor Alfonso que dice que usted lo está esperando.


Paula sintió que el auricular se le escapaba de las manos y golpeaba el suelo. Lo recogió con manos temblorosas.


—Sí, lo estoy esperando. Por favor, dígale que suba.


—Muy bien.


«Dios».


Tras escuchar el click del teléfono, Paula corrió al baño a retocarse el carmín de los labios. Sus cabellos necesitaban un buen cepillado tras jugar con el bebé, que no dejaba de tirarle del pelo. 

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