miércoles, 21 de octubre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 8

Quería que esa Paula herida reemplazara en su corazón, o en su cabeza, la imagen que tenía de ella. La de una joven con largo cabello castaño, ojos verdes, una sonrisa deslumbrante y una risa contagiosa. No había podido librarse tampoco del recuerdo de sus besos ardientes y las noches apasionadas que habían compartido. Al principio había sido muy excitante, pero no había tardado en arrepentirse. No tenía siquiera la excusa de haber estado borracho cuando se casaron en Las Vegas. Había estado de algún modo embriagado, pero de ella, no de alcohol. Había tratado de olvidarla, pero pensaba continuamente en ella. Creía que todo se solucionaría cuando por fin fuera oficial su divorcio. Vió que la mano izquierda de Paula se había deslizado y volvió a colocársela con cuidado sobre el colchón. Su piel estaba fría. Tiró de la manta y la arropó, para que no se enfriara más.  Ella no se movió. Estaba inerte, durmiendo plácidamente. Nunca habría imaginado tener que usar palabras como esas para describirla. Paula era apasionada, impulsiva y aventurera. El silencio en esa habitación fue lo que lo empujó a pasar a la acción. No bastaba con mirarla, no era bueno que durmiera tanto. Tenía que hacer algo.


 –Es hora de despertarse, Chica Volcán –le dijo.

 

Se le hizo un nudo al usar su apodo. Le había gustado bromear a costa de su trabajo como vulcanóloga hasta que se dió cuenta de que amaba esas rocas fundidas más que a él.


 –Despierta –intentó de nuevo.

 

Pero Paula no se movió. No era de extrañar, estaba tomando calmantes muy fuertes.

 

–He estado pensando mucho en tí –le dijo.


Era difícil hablarle, no sabía qué decir. Se sentía muy resentido y decidió concentrarse en el principio de su relación, en la parte bonita.


 –¿Recuerdas esa primera noche en Las Vegas? Querías que nos hiciéramos una foto frente a las máquinas tragaperras y lo conseguimos, pero nos echaron del casino. Tus bonitos ojos verdes estaban llenos de picardía. Te gustaban mucho esas travesuras...


Paula había conseguido hechizarlo y transportarlo a una época de su vida llena de libertad y diversión, como cuando Ignacio y él habían sido dos jóvenes impulsivos y temerarios.


 –Y entonces me besaste.


Paula había conseguido cambiar en un instante todos sus planes. A partir de ese momento, no había sido capaz de pensar con claridad. Y no le había importado. Había sido una aventura. 


–Fue la noche siguiente cuando pasamos junto a la capilla "Felices Para Siempre". Me retaste riendo a que entráramos e hiciéramos por fin oficial nuestra relación.

 

Paula le había dicho que así él no iba a poder olvidarse de ella cuando regresara a Seattle y que tampoco podría dejarla plantada en el altar después de años de relación y muchos meses planeando su gran boda. Pedro le había prometido que nunca podría dejarla de esa manera. Y el cariño que había visto en los ojos de ella le impidió pensar con claridad. Por primera vez desde que su hermano Ignacio se metiera en las drogas, él se había sentido completo de nuevo, como si hubiera encontrado en ella la pieza que le faltaba desde la muerte de su hermano gemelo.

 

–No podía dejar que te escaparas –le dijo entonces. 

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