viernes, 30 de octubre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 27

 –¡Qué bien huele!

 

Pedro se sobresaltó al oír la voz de Paula. Durante las últimas dos horas, había disfrutado de su soledad y casi podía olvidar que ella estaba durmiendo en el cuarto de invitados.

 

–Es la cena –le dijo mientras dejaba de cocinar para volverse hacia ella.

 

Se quedó mirándola unos segundos. Estaba descalza, tenía el pelo revuelto y cara de sueño.


 –No esperaba despertarme y tener la cena preparada –le dijo ella con media sonrisa.

 

Entre la camiseta y los pantalones asomaba una franja de suave piel y vió que no tenía abrochado el botón superior de los vaqueros. Pensó en cómo sería quitárselos y dejar... Sacudió la cabeza, no podía creerlo. Era una idea más que agradable, pero muy poco adecuada. Respiró profundamente. Sarah seguía un poco magullada tras el accidente, pero aun así, era preciosa.

 

–Has dormido mucho.

 

–Hacía tiempo que no dormía en una cama tan cómoda. Comparada con la del hospital, ha sido como si estuviera durmiendo en una nube.

 

–Ya te dije que aquí estarías mucho mejor que en un centro de cuidados especializados.

 

–Sí, lo hiciste.


Pero a él le pasaba lo contrario. Se sentía incómodo con ella tan cerca. Su mirada volvió a deslizarse hasta la piel que asomaba bajo la camiseta. Era imposible no recordar el pasado y cómo había sido hacer el amor con ella, pero no quería pensar en algo que no iba a volver.  Se dió la vuelta, metió la cuchara en la olla de frijoles refritos y comenzó a remover el puré. 


–Me alegra haberte hecho caso y haber aceptado tu oferta –le dijo Paula.

 

Se dió cuenta entonces de que llevaba la misma ropa de antes.

 

–No puedes estar cómoda con esos vaqueros. ¿Por qué no te pones un pijama o un chándal?


Paula se encogió de hombros y entendió de repente qué le pasaba. Se le hizo un nudo en el estómago.


 –No puedes cambiarte sola.

 

Había estado tan concentrado en otras cosas que no se le había pasado por la cabeza que iba a tener que ayudarla con la ropa.

 

–Creo que podría hacerlo –le dijo Paula–. Pero cuando llegamos, estaba tan agotada, que me quedé dormida en cuanto caí en el colchón.

 

Pedro se sintió como un idiota. Sabía que debería haber estado más pendiente de ella, pero le preocupaba acercarse demasiado.  Bajó la temperatura de los frijoles y comprobó si ya estaba hecho el arroz. Sabía que debería haberla ayudado más, pero él también había necesitado un descanso. Aunque era médico, seguía siendo un hombre. Uno que no había besado ni tocado a una mujer durante ese último año. Aunque su matrimonio había fracasado y sentía mucho resentimiento hacia ella, no se veía capaz de desnudar y vestir a Paula sin que le afectara más de lo que quería admitir. Pero sabía que debía superarlo. Después de todo, era el responsable de su bienestar.

 

–Te ayudaré después de... 

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