lunes, 19 de octubre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 4

 Estaba ingresada en uno de los mejores centros del noroeste del país. Pedro parpadeó y tragó saliva. Tenía que calmarse y tomar una decisión. Él vivía en Hood Hamlet y sabía que Paula recibiría el mejor tratamiento posible en ese hospital, pero tenía que asegurarse de que era la atención adecuada. Pensó que era un alivio que Seattle estuviera solo a cuatro horas en coche. Se puso de pie. Estaba cansado, pero tenía que ir.

 

–Voy para allá –les dijo.


 –Espera, no tan rápido –le dijo Hughes–. Nos han estado informando. Paula está en el quirófano de nuevo.

 

Apretó con fuerza los puños al oírlo. No le parecía buena señal que ya la hubieran operado más de una vez. Esa cirugía podía significar cualquier cosa. A lo mejor trataban de aliviar la presión sobre el cerebro. Sabía que los volcanes no eran lugares seguros. Ser vulcanóloga había puesto a Paula en peligro en más de una ocasión, pero hasta entonces se había limitado a tener algún golpe o contusión. Pero eso...  Pedro se pasó la mano por el pelo. Recordó que era médico y que tenía que controlarse.


 –¿Les han dado ya algún pronóstico? ¿Qué es exactamente lo que tiene?

 

Hughes tocó el hombro de Pedro con la compasión de un amigo.


 –Está en estado crítico –le dijo su compañero.

 

No podía creer que, mientras él había estado en la montaña salvando una vida, Paula había estado luchando por la suya. Estaba muerto de miedo y sintió cierta culpabilidad, algo que le resultaba muy familiar. No había sido capaz de ayudar a Ignacio, pero necesitaba estar al lado de Paula y ayudarla al menos a ella. Se dió cuenta de que no podía perder más tiempo. Paula necesitaba a alguien con ella.

 

–Tengo que irme a Seattle –les dijo mientras agarraba su mochila.

 

–Manuel Gearhart tiene un avión y Porter ya está hablando con él para arreglarlo todo. Te llevaré en tu coche a casa para que te cambies y hagas la maleta. ¿De acuerdo?

 

Abrió la boca para protestar. Llevaba poco tiempo viviendo en Hood Hamlet. De vez en cuando, se tomaba alguna cerveza y veía los partidos con esos hombres, pero no confiaba más que en sí mismo y no le gustaba pedir ayuda. Se tragó sus palabras y decidió aceptar lo que le ofrecían de manera tan generosa.

 

–Gracias –les dijo.

 

–Para eso estamos los amigos –repuso Hughes–. Venga, vámonos.

 

Pedro asintió con la cabeza mientras Paulson recogía su equipo e iba tras ellos.


 –Entonces, ¿Quién es Paula? ¿Un familiar? ¿Tu hermana? –le preguntó el hombre.


 –No –dijo Pedro–. Paula es mi esposa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario