viernes, 2 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 39

 Se puso en pie, se sacudió los pantalones y miró hacia la playa. No sería buena idea buscar una aventura con Paula. Él tenía un trabajo por hacer. Y tendrían que estar juntos durante veinticuatro horas durante el resto de la semana, de forma que no tendrían escapatoria si la cosa se les iba de las manos. Sería mejor que cada uno siguiera por su lado. Por el bien de ambos. Tras tomar esa decisión, sintió que estaba preparado para volver a la playa y enfrentarse al equipo de rodaje. «¿Y ella?», le preguntó una vocecita en su cabeza. «Ya he notado que es una mujer especial, sí. Pero no tengo tan poco autocontrol como para pasar tiempo con ella y no ser capaz de comportarme. Lo único que podré compartir con ella es mi conocimiento, y los tres días que nos quedan en esta isla». «Buena suerte», dijo la vocecita. Pedro la ignoró. Saltó al agua y nadó de regreso hasta la playa. Paula estaba recogiendo leña. El resto del equipo parecía ocupado, pero el ambiente era de indiferencia. Diego era el único que parecía preocupado.


—¿Estás bien? —le preguntó. 


—Sí —dijo Pedro, con una falsa sonrisa—. Ya me conoces. A veces me vuelvo un poco solitario y necesito un poco de paz para recargar las pilas. Ya las tengo cargadas, pero… —comenzó a moverse alrededor de Diego como si fuera un boxeador y, jugueteando, le dió un golpe en el hombro.


—¡Bien! —dijo Diego, y miró a Pedro como diciendo: «Hazlo otra vez y te haré pedazos».


—Muy bien —dijo Pedro, y dió una palmada—. Lo siguiente que vamos a hacer es echar un vistazo con más detenimiento al tipo de cuerdas que se pueden hacer a partir de las plantas que se encuentran en un lugar como este.


El equipo masculló algo en tono sarcástico. Pedro se volvió hacia la única persona a la que había evitado mirar. Ella estaba agachada apilando astillas para la hoguera.


—¿Paula?


Pedro notó que se le aceleraba el corazón. «No pienses en ello», se dijo. Paula lo miró, y él no pudo evitar posar la mirada en sus labios y pensar en lo mucho que deseaba besárselos. Él mantuvo ocupado al equipo durante el resto de la tarde. Recogieron leña suficiente para dos días y emplearon una hora intentando construir una balsa que no resistía más que la primera ola grande con la que se topaba, provocando que cayera al agua. Al equipo, aquel episodio le pareció muy entretenido. Intentaba no pensar en que Paula también pudiera encontrarlo divertido. De hecho, intentaba no pensar en ella para nada. Pero, de vez en cuando, se olvidaba y miraba hacia donde ella estaba. Y cada vez que lo hacía, veía lo mismo: Paula lo miraba desconcertada. Al final, decidió que debía hacer algo para no tener que mirarla y sugirió que dieran un paseo hasta la otra punta de la isla. Desde el punto más alto, él había visto lo que parecía un vestigio de un asentamiento humano y quería comprobar si estaba en lo cierto. Había dado en el blanco.

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