lunes, 19 de octubre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 2

 –Me he limitado a hacer mi trabajo.

 

–Sí, pero en vez de en un quirófano, dentro de una grieta en la montaña –le recordó Paulson mientras levantaba su taza–. A la primera ronda en el bar invito yo.


 Después del día que habían tenido, le apetecía mucho tomarse una cerveza con todos ellos.


 –De acuerdo –repuso Pedro.

 

–¿Quieres algo más? –le pregunto Gabriela, la bella esposa de Daniel Hughes, el jefe del grupo.

 

–No, gracias –le dijo él mientras dejaba que el calor de la taza de café calentara sus frías manos.


 –Bueno, dime si quieres más café –le ofreció Gabriela con una gran sonrisa–. He oído que hoy has sido un verdadero héroe allí arriba. 


Se sintió incómodo al oírlo. Muchos creían que el rescate en alta montaña era una temeridad, pero era todo lo contrario. La seguridad era siempre una prioridad para ellos.

 

–Solo he hecho mi trabajo, nada más –repitió Pedro.

 

–Daniel tampoco se ve como un héroe, pero lo son. Lo que hacen es un trabajo de héroes.


 –¿A que sí? –intervino Paulson–. Por eso ligamos tanto –añadió con un guiño–. Esta noche conseguiremos tantos teléfonos que vamos a necesitar más memoria en nuestros móviles.

 

El bombero Paulson era un mujeriego. Él, en cambio, no lo era. Había estado viviendo como un monje, pero eso estaba a punto de cambiar. Hasta entonces... Se quedó mirando el café, tratando de no perderse en sus recuerdos. Si salía alguna noche era para tomarse una cerveza y comer una hamburguesa, nada más. El resto no le interesaba lo más mínimo. La única mujer que quería no deseaba estar con él y se había dado cuenta de que había llegado el momento de seguir adelante con su vida.

 

–No me necesitas para conseguir todos esos números de teléfono.

 

–Es verdad –asintió Paulson–. Pero piensa en lo bien que lo pasaremos juntos.


 –Uno de estos días vas a tener que crecer y darte cuenta de que las mujeres no están en este planeta para tu disfrute –le advirtió Gabriela.

 

–No creo que llegue ese día –repuso Paulson con una gran sonrisa.

 

–Es una lástima, porque el amor puede conquistarlo todo.

 

–El amor es una porquería –espetó Paulson.

 

Pedro había estado a punto de decir lo mismo.


 –A veces –reconoció Gabriela–. Pero otras veces es pura magia.

 

«Sí, claro», se dijo Pedro tomando otro sorbo de café. Creía que el amor no hacía otra cosa que llenar la vida de uno de problemas y dolor. Se terminó el café y Gabriela le sirvió otra taza. Llegaron más miembros del equipo de rescate a la cafetería. También entró un hombre que les hizo fotos.


 –¿Por qué están tardando tanto? –preguntó Pedro mirando su reloj. 

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