viernes, 30 de octubre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 28

 Vió cómo de repente Paula palidecía y se quedó sin aliento. Comenzó a balancearse como si estuviera perdiendo el equilibrio y fue hacia ella.

 

–Te tengo –le dijo tomándola en sus brazos justo a tiempo para evitar que cayera al suelo.

 

–Gracias –susurró Paula.

 

Sintió su aliento en el cuello y no pudo evitar estremecerse.


 –Me he mareado. Debo de haberme levantado demasiado deprisa de la cama.

 

Pensó que debería acompañarla de vuelta a la cama y no pudo evitar que le tentara la idea de unirse a ella bajo las sábanas.

 

–Has tenido un día muy largo y hace mucho que no comes nada. 


–Bueno, me tomé un batido de...

 

–Me refiero a comida de verdad –la interrumpió él.


Paula respiró profundamente y se enderezó.

 

–Ya me siento mejor.

 

–Muy bien, pero es mejor no arriesgarse –le dijo él mientras la tomaba en sus brazos–. No quiero que te caigas.

 

Pero la preocupación que decía sentir por su bienestar no explicaba por qué se le había acelerado el pulso.

 

–Y yo no quiero que te hagas daño al llevarme.

 

–Pero si no pesas nada –le dijo.

 

Paula siempre había estado en buena forma, pero nunca tan delgada como lo estaba tras el accidente y tantos días en el hospital. La llevó hasta el sofá.

 

–Tenemos que conseguir que engordes un poco –le dijo él.

 

–¿Qué? ¿No sabes que las mujeres nunca queremos engordar?


 Mientras caminaba con ella en brazos, no se le pasó por alto cómo se movían sus pechos bajo la fina camiseta. El deseo trataba de dominarlo por completo y no era fácil luchar contra él.


 –A los hombres les gustan las mujeres con curvas, así tienen algo que agarrar...

 

Vió un brillo distinto en los ojos de Paula al oír sus palabras. Se fijó en sus labios, le habría bastado con moverse unos centímetros para poder besarla.


 –A algunos hombres –susurró Paula.

 

Cada vez le costaba más controlarse y sentía una oleada de calor por todo el cuerpo.


 –A este hombre, por ejemplo –replicó él.


 Había mucha tensión en el aire. Seguía habiendo química entre ellos, eso era innegable. Luchó contra el impulso de intentar ir más lejos con Paula y la dejó suavemente en el sofá.

 

–Descansa mientras termino de preparar la cena.

 

Volvió a la cocina con un propósito en mente, poner distancia entre Paula y él. Por mucha atracción que sintiera por ella, no podía dejarse llevar. Sabía que sería un desastre para los dos. Tenía que recordar que aún se estaba recuperando y que pronto iba a ser su exmujer. Comprobó el estado de los frijoles y del arroz. Después, echó un vistazo al reloj.

 

–Es la hora de tus medicinas.

 

–Preferiría no tomarlas –repuso Paula–. Me dan sueño.

 

–Hay que tomarlas antes de que los dolores sean demasiado fuertes.

 

–Pero si casi no me duele... –le aseguró ella–. ¿Qué estás cocinando que huele tan bien?

 

–Enchiladas.

 

–¡Uno de mis platos favoritos! 

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