lunes, 12 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 56

 —¿Qué está haciendo? —Simón se acercó al pequeño monitor y miró con atención—. Está de pie, sin más. ¿Crees que va a ponerse a llorar?


Estaban en la pequeña tienda que habían convertido en la productora móvil de Fearless Pedro. Rafael y Sergio se miraron incómodos. A ninguno le gustaba ver llorar a una mujer puesto que se sentían impotentes. Incluso cuando la veían en una pequeña pantalla y la mujer en cuestión estaba a medio kilómetro.


—No —dijo Pedro, acercándose para ver la imagen de su estrella invitada en uno de los cuatro monitores.


Simón suspiró y se pasó la mano por el cabello.


—Espero que tengas razón. Ya tuvimos bastante con Tomás la semana pasada, cuando se percató de que iba a pasar solo la última noche —miró el reloj—. Tardó en recuperarse casi hasta la media noche….


Pedro decidió no escuchar las palabras de Simón. Estaba mucho más interesado en la mujer que estaba en la pantalla gracias a las múltiples cámaras que habían ocultado de forma estratégica alrededor de las ruinas. Cuando Paula dejó el machete sobre la roca y colocó las manos en sus caderas, sintió ganas de sonreír, pero el nudo que sentía en el estómago no se lo permitió. «Puedes hacerlo», le dijo a ella en silencio. «Es tu oportunidad. Tienes el destino en tus manos. Puedes asustarte y entrar en pánico como la estrella invitada de la semana pasada, o emplear todo lo que te he enseñado durante los últimos siete días. De tu elección dependerá si sobrevives o fracasas». Permaneció atento para ver qué hacía ella, confiando en que no fuera a decepcionarlo. Paula lo había hecho muy bien durante la semana. Pero eso no significaba que hiciera lo mismo estando a solas. Al cabo de un momento, ella se dirigió a la hoguera que había construido junto al borde de las ruinas y empezó a destruirla.


—¡No!


La voz de Pedro retumbó en la tienda. Todo el mundo dejó lo que estaba haciendo y lo miró.


—¿Qué pasa? Era una hoguera muy bien preparada, eso es todo — fingió asombrarse al ver la reacción de los demás.


Pedro se volvió hacia la pantalla para disimular su decepción. 


Esperaba mucho más de Paula. Más que aquella rabieta de niña pequeña. Quizá él había estado cegado por el sol durante toda la semana y, en realidad, ella sí era una prima donna. El monitor número cuatro la mostraba desde un ángulo diferente. ¿Qué estaba haciendo? Parecía que estaba uniendo varios montones de leña más pequeños junto a los restos de la pared.


De pronto, Pedro se rió. Sabía exactamente lo que estaba haciendo. Había llegado a la conclusión de que, si iba a pasar la noche allí, necesitaría un tipo de fuego diferente. Uno que ardiera durante horas y que no se apagara a los veinte minutos. Se sentía tan orgulloso de ella que deseaba correr por la jungla hasta las ruinas y besarla otra vez. Era imposible, así que se centró en los monitores que estaban sobre la  mesa plegable.


Paula había construido una hoguera nueva en el centro de las ruinas. La cámara número dos la enfocaba mientras sacaba el cuchillo y el pedernal y se acuclillaba, empleando una piedra como base para poner la yesca. En otro de los monitores se la veía desde más cerca. Incluso se notaba que fruncía el ceño para concentrarse mientras golpeaba el pedernal una y otra vez. De vez en cuando, conseguía alguna chispa, pero no era suficiente. Finn sabía qué era lo que estaba haciendo mal. A veces tardaba demasiado en soplar sobre la hierba seca y, a veces, soplaba demasiado pronto. «Tranquila. Déjate llevar por el instinto». Él sabía que lo conseguiría si no abandonaba. 

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