lunes, 26 de octubre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 17

 Le molestaba que la conociera tan bien.

 

–¿Es eso cierto? –le preguntó su médico.

 

–Es posible... –confesó unos segundos después.

 

Pedro se echó a reír y ese sonido le llegó al corazón, no pudo evitarlo.


 –Es más que posible –agregó su marido.

 

–Mi primera opción en los casos de lesiones en la cabeza, aunque sean pequeñas, es que el paciente se quede al cuidado de su familia, pero el doctor Alfonso ya me ha explicado la situación.

 

–Estoy sola –reconoció ella.

 

–Entonces, creo que solo queda la opción de ir a un centro de atención especializada –le explicó el doctor Marshall–. Hay varios en Seattle.

 

–Me parece la solución perfecta –repuso Pedro.

 

Pero ella no lo tenía tan claro. En Bellingham tendría acceso al instituto y estaría en su casa. No le hacía gracia tener que quedarse una temporada en Seattle, pero vió que no tenía otra opción.

 

–Supongo que sí. Siempre y cuando tenga mi ordenador portátil y acceso a los datos...


 –Pero no creo que vayas a poder concentrarte durante mucho tiempo en el trabajo –le advirtió Pedro–. Si no te lo tomas en serio, puedes sufrir problemas de visión y dolores de cabeza.

 

–Puedo usar un temporizador para limitar mi uso en el ordenador –les ofreció ella.


 –El doctor Alfonso tiene razón, no intentes hacer demasiadas cosas demasiado pronto –le aconsejó su médico–. Debes descansar y recuperarte.

 

No podía imaginarse nada peor, no podía permitírselo cuando el segundo volcán más activo de la zona podría estar a punto de entrar en erupción.

 

–Te vas a morir de aburrimiento –adivinó Pedro.

 

Una vez más, le dió miedo ver lo bien que la conocía. Pero no era el momento para pensar en esas cosas. Como acababan de decirle, tenía suerte de estar viva.


 –Bueno, hay otra opción –le dijo Pedro pocos minutos después.

 

Se miraron a los ojos y ella sintió que la habitación le daba vueltas. Cerró un instante los ojos. Cuando los abrió de nuevo, todo estaba donde tenía que estar y Pedro la miraba con intensidad.


 –¿Cuál?

 

–Ven conmigo a Hood Hamlet –le dijo Pedro.

 

Abrió la boca al oírlo y se quedó sin aliento.

 

–Tengo Internet –continuó Pedro con un guiño–. Te prometo que no te aburrirás.


De eso estaba segura. No iba a poder aburrirse mientras luchaba para proteger su corazón. En el hospital, la gente entraba y salía de su habitación continuamente, no pasaba demasiado tiempo a solas con él. Además, pasaba las noches en un hotel. Pero en su casa... Sabía que sería demasiado peligroso. Trató de hablar, pero no podía. Solo sabía que era mala idea ir a su casa. Prefería ir a un centro de cuidados especiales donde sin duda acabaría muriendo de puro aburrimiento. Era muy complicado tenerlo cerca, le hacía recordar lo bien que habían estado juntos, al menos al principio. No quería que Pedro se convirtiera en su cuidador, no le gustaba ser vulnerable ni estar a la merced de nadie. Temía llegar a sentir dependencia o volver a enamorarse... Creía que él tenía el suficiente poder sobre ella como para romper su corazón en mil pedazos y no podía permitir que eso sucediera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario