viernes, 16 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 67

 Se detuvo en seco. Pero quizá fuera cierto. Una historia así exigiría una respuesta. Pedro tendría que enfrentarse a la realidad. Tendría que hacer algo. No podría ignorarla si su historia aparecía en la portada de todos los periódicos. No. Era una locura. Y mostraba lo desesperada que estaba en lo que a Pedro se refería. Aquello no podía ser bueno. Quizá él tuviera razón. Quizá el deseo que sentía de quedarse a su lado podría envenenar una posible relación futura. Guardó el teléfono en el bolsillo y continuó caminando. Hablar con Matías Gold no cambiaría las cosas. Sí, sacaría a la luz la ruptura de Micaela y Pedro, pero ¿Para qué serviría? No era asunto suyo y solo conseguiría que él se sintiera acorralado. Y la odiaría. Había pasado mucho tiempo de su vida con la espalda contra la pared y no se lo deseaba a nadie, y menos a Pedro, que necesitaba tanto la sensación de libertad. Él había hecho una elección y ella tenía que respetarla. Respiró hondo y liberó la rabia que sentía. La idea de que Pedro podía ser para ella. Se sentía vacía, pero también mucho más tranquila. Cuando llegó a la entrada de la Royal Opera House se detuvo un instante junto a la puerta giratoria. Todo el mundo tenía que hacer elecciones en la vida. Y había llegado el momento de hacer la suya. 





Pedro se bajó del autobús en Malcesine y miró a su alrededor. Siempre había deseado visitar los lagos italianos, pero desde luego no esperaba llegar hasta allí vía Sídney. Y, sin duda, habría preferido ir en julio y no en febrero, ya que las montañas estaban llenas de esquiadores. Miró hacia la montaña de su derecha. Se suponía que el funicular solo estaba a cinco minutos de allí, así que era posible que estuviera en la cima de Monte Baldo en menos de media hora. Por desgracia, hacía un día precioso y el lugar estaba lleno de visitantes. Una vez arriba, ignoró a la multitud y se dirigió por la cresta de la montaña hasta un lugar desde el que había una vista espectacular. El amigo que le había recomendado aquel lugar tenía razón. Era maravilloso. Se detuvo un momento y esperó hasta sentir el entusiasmo habitual. Sabía que lo notaría enseguida. Sin embargo, pasaron varios minutos y no sintió nada. De hecho, estaba seguro de que incluso le había disminuido el ritmo cardiaco. Se volvió para mirar hacia el otro lado. Abajo se veía el pueblo y el lago cubierto por una fina niebla. Nada, o al menos, nada de lo que él quería sentir. Sabía que, si Paula hubiese estado a su lado, él habría visto el brillo en su mirada y ella le habría dedicado una de sus mejores sonrisas. Se pasó el guante por el rostro. Era patético. Él se había separado de ella a propósito y había ido en busca de lugares que no tuvieran ninguna relación con ella, para no tener que enfrentarse a los recuerdos. Sin embargo, no había sido capaz de romper con la sensación de estar unido a ella. De pronto, ya no quería viajar más. Quería regresar a casa. A un lugar cálido y familiar. A un sitio donde pudiera descansar y estar, sin más. Era una lástima que no tuviera ningún sitio donde ir. Tenía un apartamento, pero no era más que el lugar donde guardaba sus cosas cuando estaba de viaje. ¿Dónde se suponía que podía ir? 

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