miércoles, 14 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 65

 Su padre suspiró y se pasó la mano por el cabello. Después sacó una silla y se sentó a la mesa.


—Entonces, ¿Por qué lo hiciste? ¿Tu vida no era lo bastante buena para tí? ¿Qué más podía haber hecho yo?


Paula se quedó sin habla. No esperaba tener esa conversación. Esperaba recibir una bronca, pero no encontrarse a su padre, destrozado, confuso y triste. Nunca había imaginado que tuviera la capacidad de hacerlo sentir así, y la idea hizo que un sentimiento de culpa y arrepentimiento se apoderara de ella. Se acercó a él por detrás y juntó la mejilla contra la suya. Después lo rodeó con los brazos y dijo entre lágrimas:


—Lo siento. No pretendía hacerte daño, yo solo…


Lo besó en la frente y lo abrazó.


—Por favor, papá, no… —dijo sin dejar de llorar.


Él levantó la mano y le agarró el antebrazo. Permanecieron así unos instantes, hasta que ella rodeó la mesa y se sentó frente a él, mirándolo a los ojos y agarrándolo de las manos.


—Gracias —le dijo—. Gracias por ser mi protector, por cuidar de mí cuando te necesitaba, pero…


—Pero ya no me necesitas —dijo él.


—No, no es eso. Yo solo… Necesitaba que me cuidaras cuando estaba creciendo, pero ya soy mayor. Y soy perfectamente capaz de tomar mis propias decisiones —se fijó en el periódico que estaba en la mesa—. Y de cometer mis propios errores. Pero todavía te necesito, papá. Aunque no de la misma manera…


Su padre asintió.


—Lo comprendo —dijo él—. Yo también lo siento. Debería haberte dejado volar hace mucho tiempo, pero era tan difícil… —miró a otro lado—. Tu madre… Se marchó antes de que yo estuviera preparado para dejarla marchar.


«Y entonces te refugiaste en mí». Paula sintió un nudo en la garganta y apretó la mano de su padre. No hacía falta que él dijera nada más.


—¿Y la compañía de baile? —le preguntó—. ¿El director artístico? ¿Qué ha pasado?


—No voy a decir que no se montara un gran lío cuando te marchaste, pero has tenido suerte.


—¿No van a despedirme?


Él negó con la cabeza.


—Todo esto ha hecho que aumentara la venta de entradas de La sirenita. Quizá cuando regreses recibas algunas miradas de desaprobación, pero en los tiempos que corren no se puede discutir si la recaudación de la taquilla ha sido buena. Y puesto que eres la bailarina de la que no deja de hablar la prensa, quieren que vuelvas.


Paula no estaba segura de cómo se sentía al respecto.


—¿Quieres decir que igual me ofrecen otro papel principal en un futuro?


—Quiero decir que pretenden que hagas la actuación del sábado.


—¿Qué?


Su padre se pasó la mano por el rostro.


—No tienes ni idea del revuelo periodístico que se montó cuando te marchaste, ¿Verdad? 


—Esta semana han debido de tener muy pocas noticias interesantes — dijo ella.


Su padre soltó una carcajada. Eso le gustaba. Casi nunca lo hacía reír.


—Desde luego, la historia de la bailarina huida ha captado la atención del país. La prensa no ha dejado de elucubrar sobre dónde y por qué te habías marchado. Ha habido mucha especulación sobre cuándo regresarías y si volverías a bailar otra vez.


—¿Aunque al parecer todos pensaban que había perdido la magia?


—Incluso así. El papel es tuyo, si lo quieres.


Paula estaba confusa. Ninguna bailarina de verdad habría abandonado un espectáculo después del estreno. No era así como funcionaba el mundo del baile, por mucho que dijeran los periódicos. Pero quizá, debido a que corrían tiempos difíciles, estuvieran cambiando las reglas. Había pasado más de una semana desde que había ensayado por última vez y su cuerpo estaría en baja forma. No podía hacerlo. ¿Sería capaz de retomar su vida y aprovechar la fama para abrirse camino otra vez? ¿Y quería hacerlo?


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