lunes, 5 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 41

 —Puro instinto.


—Tú y tu instinto —dijo Paula, mirando hacia otro lado—. Solo necesitaba un poco de tiempo libre. He estado trabajando mucho desde los dieciséis años y ya era hora de que… —se calló y apoyó la barbilla sobre las rodillas—. ¿A quién intento engañar? —soltó ella, girándose hacia Pedro—. Sí. Me he escapado de casa.


Pedro sonrió de nuevo.


—No es divertido —dijo ella—. En serio, no lo es.


—¿Qué vas a hacer?


—No lo sé. He provocado una situación sin precedentes para la compañía y para mí. Los bailarines no suelen salir huyendo. Puede que me haya quedado sin trabajo. 


—Sin un trabajo que crees que odias —dijo Pedro—. ¿Quizá esa sea la parte buena?


—Precisamente es eso. No sé si lo odio o no —contestó ella.


—Entonces, ponte a prueba. Baila. Mira a ver si todavía tienes chispa.


—Uf. Basta de hablar de mis problemas. He venido aquí para escapar de ellos —negó con la cabeza y lo miró fijamente—. Ya te sabes la historia de mi vida, sin embargo, yo apenas sé nada de ti. Tú sabes por qué he terminado siendo una bailarina contrariada. ¿Y tú cómo llegaste a convertirte en Fearless Pedro? ¿O es que saliste así del vientre materno?


Él se rió.


—¡No metas a mi madre en esto! —bromeó. Hizo una pausa y añadió—: No hay mucho que contar. Soy hijo único. Mi padre estaba en el ejército y por eso viajábamos a menudo. Siempre me ha gustado estar al aire libre, así que escalar y caminar era algo habitual para mí. Además, con el cambio continuo de lugar de residencia, siempre había un lugar nuevo para explorar.


—Debe de ser duro estar todo el día cambiando de sitio.


—Al principio sí, pero luego te acostumbras.


—¿De veras? —preguntó ella—. No creo que yo pudiera vivir así. ¿Cómo te las arreglabas?


Él puso una mueca. A la fuerza había aprendido a no tener mejores amigos y a no enamorarse, porque después tendría que despedirse de ellos. También a marcharse sin mirar atrás y no anhelar lo que no podía tener. Sin embargo, también había aprendido a hacer amigos con facilidad. A estar siempre animado y a ser divertido. Pero Paula no querría escuchar todo eso, así que se encogió de hombros y dijo:


—Debo de ser el tipo de persona que avanza con el cambio.


Paula se estremeció y Pedro se percató de que estaba bajando la temperatura. Se puso en pie y agarró una antorcha para ofrecérsela a ella. Esperó a que se sacudiera la arena de las piernas, recogió la otra antorcha y emprendió el camino de regreso hacia el campamento.


—¿Y después de eso? —preguntó Paula mientras caminaban.


—Me alisté en el ejército cuando tuve la edad suficiente. Fue bueno para mí porque aprendí a emplear mi exceso de energía en algo útil. 


Paula se rió.


—¿Quieres decir que por aquel entonces eras peor aún? ¡Pobre madre la tuya! Creo que no me habría gustado conocerte de adolescente.


«No», pensó Pedro. «Ni a mí conocerte a tí». Porque si hubiera conocido a una chica como Paula le habría costado mucho dejarla atrás.


—La carrera militar me hizo viajar por todo el mundo, pero sobre todo me gustaba aprender cómo sobrevivir en todos esos lugares. Hay tantas cosas que hemos olvidado cómo se hacen ahora que tenemos microondas y televisión por cable. De algún modo, al aprender cosas que eran básicas para nuestros antepasados, yo sentía… No sé, cierta conexión. Creía que sería una lástima que todos esos conocimientos se perdieran en el mundo moderno, así que cuando dejé el ejército monté mi propio centro para enseñar técnicas de supervivencia. Entonces, hace un par de años, Simón vino un fin de semana, con la productora de televisión para la que trabajaba, a un taller para fomentar el espíritu de grupo. Allí se le ocurrió la idea del programa Fearless Pedro, y montó su propia empresa para hacer lo que a nadie le interesaba. Y hasta ahora. 

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