viernes, 2 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 40

 La ruina existía y Pedro pensaba que había sido construida por los españoles cientos de años atrás, con el fin de defenderse de los piratas que querían robarles el oro. Durante media hora estuvo hablando ante la cámara sobre la historia de la zona, a pesar de que sabía que lo más probable era que Simón no lo usara para nada. Y cuando el sol comenzó a descender hacia el horizonte, decidió que había llegado el momento de regresar al campamento. Una vez allí, permaneció con el equipo de rodaje hasta que zarpó la lancha. Una vez a solas con Paula, empezó a idear un plan. El sol se estaba ocultando y tenían toda la noche por delante hasta que regresara el resto del equipo.


—¿Qué te parece si damos un paseo? —dijo él, jugueteando con el fuego y sin mirarla.


—¿Un paseo?


—Aja.


—Pero está oscuro —dijo ella.


—Tengo un plan —dijo él, y le mostró lo fácil que era fabricar una antorcha.


Preparó una para cada uno y les prendió fuego antes de que ambos se encaminaran hacia el cabo. Pedro nunca se había alegrado tanto de que su estrella invitada fuera de pocas palabras. Pero a medida que se acercaban al final de la playa, Puala empezó a hablar.


—Tengo que confesarte una cosa —le dijo—. Debería habértelo dicho antes pero, de pronto, me he dado cuenta de que solo faltan unos días para regresar.


—Así es —dijo él.


—Pues…


Paula aminoró el paso. Pedro no la miró a la cara, pero observó cómo sus pies dejaban su huella en la arena.


—Creo que he de advertirte que a lo mejor hay un poco de polémica por el hecho de que haya aceptado participar en Fearless Pedro. Quizá no para tí, pero sí para mí.


—¿Y eso? —Pedro se olvidó de que había decidido intentar no mirarla.


—Hice una tontería. 


—¿Qué clase de tontería? ¿La de dejarse las llaves dentro del coche o la de caerse por un precipicio?


Ella suspiró y lo miró a los ojos.


—Sin duda, la del segundo ejemplo.


Pedro avanzó un poco más hasta que llegó casi a la orilla. Clavó la antorcha en la arena y se sentó. Gesticuló para que ella hiciera lo mismo.


—Cuando me marché, no le dije a nadie adónde iba y… —tragó saliva—. Se supone que esta tarde tenía que actuar.


Él se volvió para mirarla y vió que ella estaba mirando hacia el oscuro horizonte.


—¿Te has escapado de casa?


Paula volvió la cabeza para mirarlo.


—No me he escapado de casa. ¡Eso es lo que hacen los niños! Soy adulta y perfectamente capaz de tomar mis propias decisiones y de planificar mi vida.


—Escucha, yo no soy quién para juzgarte… Yo también he hecho muchas tonterías de ese tipo en mi vida. Y he de decir, que para ser la primera, la tuya es bastante espectacular. 


Ella frunció el ceño.


—¿Y cómo sabes que ha sido la primera?


Pedro no pudo evitar sonreír. 

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