miércoles, 7 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 47

 —¿Pedro? —Paula parecía un poco nerviosa.


Él miró hacia el árbol y vio que continuaba en lo alto. Dejó el machete clavado en el coco y se incorporó.


—¿Sí?


—¿Cómo bajo de aquí? —gritó ella—. Me temo que no te he visto bajar de ninguna manera que pueda imitar.


Fue entonces cuando el equipo de rodaje empezó a reír a carcajadas. Pedro se habría enfadado si se hubieran reído de ella. Pero no, se reían de él. Se acercó al árbol y miró hacia arriba, pero antes de que pudiera ofrecerle algún consejo, ella comenzó a bajar haciendo los mismos movimientos pero a la inversa. Cuando llegó cerca del suelo, saltó a la arena doblando las piernas y manteniendo la espalda derecha. 


—Me aseguraré de que te vengas conmigo la próxima vez que tenga que ir a una isla desierta —dijo él, y se preguntó por qué se había permitido decir tal cosa.


La sonrisa de satisfacción que Paula mostraba en su rostro, desapareció. Las cámaras se quedaron en silencio otra vez. Ella miró a otro lado.


—No, no lo harás —dijo ella—. Ambos sabemos que esto solo puede ocurrir una vez.


Pedro lo sabía. Un par de días más tarde ambos regresarían a su vida normal. La idea hacía que él se sintiera vacío. Deseaba hacer todos los programas con ella, llevarla a todos los lugares nuevos y ver cómo brillaba su mirada cada vez que descubrieran una nueva maravilla. Y tenían todo un planeta por explorar. Podrían viajar durante toda la vida. Si aquello no sucediera solo una vez… Le dió una patada a uno de los cocos que había sobre la arena con su pie descalzo. Mala idea. Después, regresó hasta el lugar donde estaba abriendo los cocos tratando de disimular su cojera. No funcionó. El resto del equipo comenzó a reírse en voz baja.


—¿Dónde está la piel marrón esa que tienen? —le preguntó Paula mientras él hacía varios cortes profundos en la cascara verde.


—Ahora lo verás —dijo él, e hizo un agujero pequeño en la pulpa blanca del coco. Se puso en pie y acercó el coco a los labios de Paula—. Prueba.


Paula agarró el coco y él retiró las manos para que no lo rozara. Después, se percató de que eso no habría sucedido porque ella tuvo el mismo cuidado que él para no tocarlo. Finn decidió no pensar en ello porque no quería ni plantearse su significado. Inclinó la cabeza y se llevó el coco a los labios. El líquido empezó a salir, pillándola por sorpresa y, a pesar de que consiguió tragar bastante, una parte se le cayó por la barbilla. Pedro se humedeció los labios. Ella sujetó el coco con una mano y, riéndose, se limpió la barbilla con la otra.


—¿Quieres un poco? —le ofreció el coco a Pedro.


Él no se movió. No podía. Temía que, si se movía, haría alguna estupidez. Paula tenía una gota de agua de coco en el labio inferior y él no podía dejar de mirarla. Cuando dejó de reírse, ella apoyó el coco sobre su vientre y lo miró asombrada. Permanecieron así unos segundos. Ella fue la primera en romper el contacto visual, pero solo bajó la mirada una pizca. Pedro sintió que se le secaba la boca y, cuando se disponía a humedecerse los labios, Paula se adelantó y se humedeció los labios con la lengua. 

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