viernes, 30 de octubre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 29

No se le pasó por alto que había cambiado de tema, algo raro en ella, y supuso que no se encontraba tan bien como decía. Le llevó el agua y las medicinas.

 

–Toma.

 

–Eres un médico un poco impertinente, ¿No te lo dicen tus pacientes?

 

–A la cara, no –le dijo él mientras le entregaba las pastillas–. Bueno, solo tú.


 –Yo no soy tu paciente –repuso tomándolas con un trago de agua–. ¿Contento?


 –Sí, mucho. No sueles hacer lo que te dicen.

 

–Y solo me he tomado las pastillas porque me has hecho la cena.

 

–Entonces me alegra no haberte dicho antes que en realidad yo no he hecho la comida. Solo la estoy calentando.


 –¿Quién la ha preparado?

 

–Leticia Porter –le contestó él–. Vino mientras dormías.

 

Vió que Paula se quedaba pensativa.

 

–Es todo un detalle –comentó casi con frialdad.


 –Leticia y su esposo son muy buena gente. Javier es el propietario de la cervecería.


 Paula sonrió al oírlo. 


–Es verdad, creo que ya me lo habías mencionado antes.

 

Sonó el temporizador del horno.

 

–La cena está lista –le anunció él–. Si quieres, puedes comer en el sofá.

 

–No, estoy harta de comer en la cama y me gustaría sentarme a la mesa, ¿Te parece bien?

 

Se le encogió el estómago al oírlo. Iba a ser la primera cena juntos desde que Paula le mencionara el divorcio. Pero no sabía por qué estaba pensando en ese momento. Esa vez, la cena había terminado muy mal, pero la situación era completamente distinta.


 –De acuerdo, dame un segundo –le pidió a Paula.

 

Puso rápidamente la mesa, le temblaban las manos. No sabía qué le pasaba, pero se sentía torpe.  Colocó la comida en la mesa. Decidió no sacar la cerveza que le había llevado Javier. Creía que era mejor no beber mientras Paula estuviera allí.

 

–Ya está todo listo.


La ayudó a levantarse del sofá. Era muy consciente de cada uno de sus movimientos y de cada roce de su piel contra la de él. La acompañó a la mesa con el brazo alrededor de su cintura por si volvía a marearse. Esa era al menos la excusa que tenía.


 –Todo tiene un aspecto delicioso –le dijo ella.

 

Era exactamente lo mismo que pensaba él sobre sus labios. No entendía qué le pasaba.


 –No me puedo creer que alguien hiciera todo esto y te lo trajera – comentó asombrada.


 Se sentó frente a ella y le sirvió las enchiladas de pollo con la salsa de tomatillo verde.


 –También lo han hecho para tí.

 

–Nunca he tenido a nadie que hiciera algo así por mí –susurró Paula.

 

–La gente de Hood Hamlet es muy generosa. Son buenos vecinos y amigos.


 –También lo eres tú –le dijo Paula con una sonrisa al ver que le servía la comida y el agua.


 –Antes de que te des cuenta, podrás valerte por tí misma, ya lo verás. 

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