lunes, 5 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 42

 Llegaron al campamento y clavaron las antorchas en la arena. Paula se sentó en el tronco junto al fuego, apoyó los antebrazos en las piernas y entrelazó los dedos.


—Ya veo. Así que el programa de televisión surgió a partir de lo que tú estabas haciendo.


Él se sentó junto a ella.


—Yo insistí mucho en la parte educativa del programa. No quería que fuera solo un programa para entretener al público. A todo el mundo le gusta que haga cosas extravagantes, como comer insectos raros o saltar a un lago helado casi sin ropa. Pero mientras la gente mira la pantalla del televisor boquiabierta, yo confío en que estén aprendiendo algo que pueda enriquecer, o incluso salvar, sus vidas.


—Te gusta muchísimo lo que haces, ¿Verdad? —preguntó Paula—. No solo es por la adrenalina, ¿A qué no?


—Nunca he intentado aparentar que así fuera —contestó él, y comenzó a prepararse para la noche. Se puso la camisa sobre la camiseta y los calcetines, y después subió a la cabaña. 


«No, él no lo intenta aparentar», pensó Paula. «Pero lo emplea para ocultar su realidad». Ella había visto cómo intentaba ocultar la soledad que sentía al hablar de su infancia, y había notado que parte de su bravuconería era fingida. Y fue así como descubrió que, el que en realidad la había cautivado, era el hombre que se escondía detrás del conocido Pedro Alfonso. Se apresuró para subir a la cabaña y se tumbó. Por algún motivo, se le había acelerado el pulso y estaba temblando. «Basta. Estás malgastando energía. Guárdala para alguien que pueda estar interesado en ti». Se tumbó boca abajo y apoyó el rostro sobre sus manos.


—¿Y qué futuro le espera a Fearless Pedro?


Pedro estaba tumbado boca arriba y con las manos detrás de la cabeza.


—Creo que el nuevo formato asegurará el futuro del programa durante algunos años más.


Paula sonrió.


—No me refería al programa. Hablaba de tí —miró a otro lado—. Vas a casarte, ¿No es así?


Pedro no contestó enseguida y Paula comenzó a temblar con más fuerza.


—¿Cómo es ella? ¿Micaela?


Durante un instante, Finn se quedó muy quieto y mirando fijamente al techo.


—Dedicada. Ambiciosa. Tenaz. Comprendía que no debía enjaularme. Me permitía ser quien soy.


Ese era el problema. Ese era el motivo por el que ella no podía ser la mujer adecuada para Pedro Alfonso. Si fuera su pareja, querría enjaularlo y guardarlo solo para ella. Así que había llegado el momento de hacerle la pregunta con la que por fin terminaría de cavar su propia tumba.


—¿Y cómo le hiciste la propuesta de matrimonio? 


En realidad, no quería oír su respuesta. Conociendo a Pedro, probablemente habría rapeleado de un helicóptero para sorprender a su prometida con un diamante que habría tallado en una mina de África. Pedro tosió antes de contestar.


—En realidad no quieres saberlo, ¿Verdad?


—Sí —contestó ella.


Quizá no quería saberlo, pero necesitaba saberlo. 

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