viernes, 23 de octubre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 14

 Lo último que Pedro había esperado era convertirse en el compañero de paseos de Paula, pero eso fue lo que sucedió durante los siguientes tres días. Al principio lo hacía de mala gana, pero terminó por disfrutar de esos ratos. Además, había sido su decisión estar allí para ayudarla.  No hablaban del pasado y apenas el futuro, solo lo que tenía que ver con su recuperación. Y otras veces, no decían nada. Le bastaba con estar con ella, apoyándola. Mientras caminaban por el patio interior del hospital, lleno de altos árboles y plantas con flores, Pedro sostuvo la mano de Paula y la miró con una sonrisa de satisfacción.

 

–Mira, has tenido energía suficiente para llegar hasta aquí –le dijo él.

 

–Te lo dije. Y es mucho mejor que andar por los pasillos de mi planta –repuso Paula.

 

Su largo cabello castaño se balanceaba como un péndulo con cada movimiento. Sus heridas y moretones empezaban a desvanecerse.

 

–Estoy deseando poder salir a la calle –susurró Paula.


 –Ya no queda mucho –le dijo él apretando su mano–. Estás un poco más fuerte cada día.


 –Gracias a todos estos paseos.

 

Le habría gustado que le dijera que era gracias a él. No sabía por qué. Suponía que, para Paula, ese tiempo juntos no significaba nada. Lo hacía por su salud, nada más.

 

–El ejercicio puede ser tan importante como un medicamento en la recuperación de un paciente. Lo mismo ocurre con la risa –le dijo él.


 –¡Claro! –repuso ella con ironía–. Por eso te empeñaste anoche en ver esa comedia, ¿No?

 

–Tú también te reíste.

 

–Sí, es verdad –reconoció Paula–. Y también estoy sonriendo ahora. 


–Tienes una sonrisa muy bonita –le dijo él.

 

–Gracias –respondió Paula mirando sus manos–. ¿Crees que podría caminar sola?

 

Pedro se había acostumbrado a pasear con ella de la mano y era muy agradable, pero sabía que era algo a lo que no debía acostumbrarse. Se la soltó de inmediato.

 

–Adelante –la animó.

 

Paula dió un paso con mucho cuidado. Luego otro.  Él cerró la mano al sentir la ausencia de su cálida piel.


 –Me gustan mucho nuestros paseos –le reconoció Paula entonces.

 

–A mí también.

 

Su brillante sonrisa lo dejó sin aliento. Se frotó la cara para tratar de calmarse. Tenía una barba de tres días. Había salido deprisa del hotel y había olvidado afeitarse.


 –Pero tengo que ser sincera, estoy deseando escaparme de este lugar – le confesó Paula.

 

–Lo entiendo. Supongo que te darán pronto el alta –le dijo para animarla.


 –¿Te ha dicho algo el doctor Marshall? 

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