lunes, 5 de octubre de 2020

Bailarina: Capítulo 43

 Pedro se aclaró la garganta.


—Fue en uno de esos extraños periodos en los que estuvimos juntos en Londres durante unos días. Una noche estábamos en mi departamento viendo un documental sobre escarabajos coprófagos…


Paula casi se atragantó de la risa.


—¿Escarabajos coprófagos?


Pedro la ignoró. No quería hablar de aquello, pero a las chicas les gustaba ese tema y Paula no iba a enterarse de que todo había sido para nada. Lo mejor sería que se lo contara lo más rápido posible.


—Micaela acababa de regresar de la otra punta de la ciudad de recoger algunas cosas y cuando entró en casa se sentó a mi lado en el sofá y dijo algo acerca de que prefería el centro de Kampala al tráfico de Londres. Después, añadió: «Quizá deberíamos vivir juntos. Así nos ahorraríamos muchos problemas».


Paula cerró los ojos. Pedro frunció el ceño, pero continuó:


—Así que yo dije: «¿Y por qué no lo hacemos oficial?». Mica pensó en ello durante un momento y decidió que era buena idea.


—¿Y después continuaron viendo el documental?


—Sí —dijo Pedro—. Era un programa muy interesante.


—¡Qué romántico! —dijo Paula entre risas.


Pedro se cruzó de brazos y la miró con el ceño fruncido.


—Mica y yo no somos el tipo de personas que necesitan hacer las cosas a lo grande —Pedro se cruzó de brazos—. ¿Deduzco que a tí sí te gustan todas esas tonterías?


Paula suspiró.


—Sí. Ahora que lo pienso, creo que sí. Cuando llegue el momento de que alguien me proponga matrimonio, quiero que sea a lo grande. Se supone que solo sucede una vez, así que es mejor que sea algo espectacular.


—Hablas como si fueras una prima donna. 


—Las primas donnas pertenecen a la ópera. Yo soy bailarina de ballet.


Pedro se rió. Paula negó con la cabeza y se tumbó boca arriba.


—Lo siento —dijo ella—. Pensaba que alguien como tú habría hecho algo más emocionante.


—A Mica no le importó, así que no veo por qué debería importarte a tí.


—No, no. Tienes razón —dijo ella—. Lo siento. Ya me callo.


El silencio que siguió a continuación fue bastante incómodo y, cuando a Pedro se le pasó el enfado, comenzó a sentirse muy mal. No sabía por qué había reaccionado tan mal, o por qué su capacidad de ser amable con todo el mundo lo había abandonado. Quizá, por fin lo estuviera afectando la ruptura con Micaela. Se volvió para mirar a Paula  y vió que ella giraba el rostro hacia otro lado, para no mirarlo. Pensó en ella y en lo capaz de contenerse que era. En lo poco que había dicho acerca de cómo se sentía, a pesar de que él sabía que le había costado mucho esfuerzo hacerle su confesión aquella noche. Paula también merecía que él fuera sincero con ella.


—¿Paula?


—¿Qué? —preguntó ella, volviendo la cabeza hacia él.


—Lo siento —dijo él—. No pretendía saltar. Es solo que estoy en un momento malo. 

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