lunes, 11 de mayo de 2020

El Soldado: Capítulo 9

¿Por qué los hombres como él tenían ese poder seductor sobre la gente? Sobre las mujeres, especialmente.

–¿Por qué crees que hay algo que no te cuento?

–Fui amigo de Gonzalo durante diez años, pero te has negado a verme. Sin embargo, aparece una completa extraña diciendo que conoció a tu hermano y te asocias con ella.

–No me he asociado con ella, he alquilado sus ponis por una tarde. Eso no es asociarse.

–Tampoco es «no veo por qué tenemos que hablar».

–He herido tus sentimientos –dijo Paula, sorprendida.

Por un momento, también él pareció sorprendido, pero enseguida una especie de escudo cayó sobre sus ojos, oscureciéndolos.

–Pauli, cariño...

¿Pauli no era suficiente? ¿Tenía que añadir «cariño»?

–Yo no tengo sentimientos que herir.

Eso era lo que quería que creyese y seguramente él mismo lo creía, pero ella no. Y, de repente, Pedro le pareció más peligroso que nunca. Porque no era solo guapo, no era solo el primer chico que le había gustado, no era solo el mejor amigo de su hermano y su compañero de aventuras. Justo antes de que ese escudo protegiera sus ojos, Paula había visto a alguien que había perdido el camino, alguien que dependía solo de sí mismo, alguien absolutamente solitario.

–Ha habido una complicación –admitió.

–Eso es lo que pasa con las mujeres como Sabrina.

Lo decía como si conociese a todas las mujeres del mundo.

–¿Cómo es Sabrina? –le preguntó Paula, aunque era evidente incluso para ella. Sabrina era una de esas mujeres que había vivido la vida y empezaba a notarse.

–La clase de mujer que solía ser la reina de la fiesta –respondió él–. Pero un día la fiesta se la tragó.

Paula sospechaba que había endulzado su verdadera opinión, pero lo que había dicho era suficientemente duro y expresado con tal falta de simpatía que el momento de afecto por él se evaporó. Afortunadamente.

–¿Y qué pasa con las mujeres como Sabrina?

–Que siempre hay alguna complicación.

Pedro se acercó al tráiler y Paula no pudo dejar de notar que se movía como un soldado, totalmente concentrado, controlándolo todo. Y era una debilidad por su parte alegrarse de que fuera así.

–Yo puedo encargarme de esto –le dijo.

Él señaló el poni en la piscinita de goma, pisoteando lo que quedaba del cartel de Feliz cumpleaños.

–Sí, seguro.

«He herido tus sentimientos». Paula Chaves no podía haber dicho nada que lo irritase más.

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