viernes, 15 de mayo de 2020

El Soldado: Capítulo 16

Paula sintió un calor que subía desde el cuello hasta su cara. ¿Se había ruborizado? Ella no se ruborizaba nunca. Estaba actuando como una cría. Pero enseguida se dió cuenta de que no tenía intención de besarla. Solo estaba tomándole el pelo, como cuando era una niña. ¡Y tenía la impresión de que estaba disfrutando! Respiró profundamente, haciendo lo posible para borrar esos besos de su imaginación.

–Lo que quiero saber es por qué estabas en el parque hoy precisamente.

–¿Justo cuando tú necesitabas un caballero andante?

Esperaba que ella discutiese sus cualidades como caballero andante. O tal vez pensaba que iba decir que ella no era una damisela en apuros. Pero ya no tenía catorce años y no iba a dejar que le tomase el pelo. Ni iba a mirar sus labios pensando, en un momento de locura, que no estaba bromeando sobre la posibilidad de besarla. De modo que cruzó los brazos sobre el pecho y empezó a golpear el suelo con el pie, sin importarle parecer una maestra de escuela con una rana en el cajón.

–¿Qué estabas haciendo aquí?

–Tu secretaria me dijo dónde encontrarte –admitió él.

Paula pensó que debería hablar con Carla. Pero ¿Qué mujer podría decirle que no a Pedro Alfonso cuando se ponía encantador? Incluyéndola a ella.

–¿Y por qué querías verme?

–Porque tenemos que hablar.

–Ya te dije que no tenemos nada que decirnos.

–Yo creo que sí. Ahora más que nunca.

–Muy bien. Envíame la factura y te pagaré los gastos –replicó Paula.

Él hizo una mueca.

–No voy a hacerlo.

–Entonces, no tenemos nada más que hablar. Me gustaría decir que me alegro de verte, pero en estas circunstancias no puedo hacerlo. Adiós y...

–Quiero que mi empresa sea una de las patrocinadoras de la cena benéfica Warrior Down y estoy dispuesto a hacer una contribución sustanciosa.

La había pillado por completo desprevenida y Paula bajó losbrazos. Una mujer más fuerte lo habría rechazado, pero Warrior Down era su causa favorita. De todos los eventos que organizaría aquel año, solo aquel le tocaba el corazón de verdad y su éxito lo significaba todo para ella. Todo. Aunque le gustaría, no podía rechazar un donativo por orgullo. ¿Cómo iba a decirle que no a un hombre que podía sacar vaqueros de una chistera? Y estaba segura de que su contribución sería más que generosa porque Pedro Alfonso no era un hombre que se conformase con cualquier cosa. Incluyendo una chica tan normal como ella, pensó. Le gustaría saber qué consideraba él una contribución sustanciosa, pero tenía la sensación de que, si aceptaba le estaría dando poder sobre ella y, por un día, ya había tenido más que suficiente. No iba a discutir el asunto en el parque, con el vestido manchado y un tacón roto. Tenía que calmarse antes de tomar una decisión y se verían en su territorio, cuando hubiese recuperado la compostura. Con el pelo arreglado y su mejor vestido, además. La próxima vez que  viese a Pedro estaría en su mejor momento. De modo que sonrió, intentando mostrarse como la profesional que era.

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