lunes, 18 de mayo de 2020

El Soldado: Capítulo 24

–Cuando creces en una zona de guerra, no esperas nada bueno de la vida. Ese cinismo me convirtió en soldado y siempre me hizo sentir como si fuera un paso por delante de los demás, de los que esperaban cosas buenas.

Paula debía admitir que llevaba parte de razón. Ella siempre había sido como Pollyanna, con sus sueños rotos continuamente. Pero que no esperase nada bueno de la vida la entristecía.

–Cuando esperas lo peor, no te llevas una desilusión –dijo Pedro.

–¿Y qué pasa cuando ocurre algo bueno? –le preguntó ella–. ¿Qué pasa cuando el chico que no esperaba nada bueno de la vida acaba conduciendo un Ferrari rojo?

–No olvides que la chica de la casa de al lado está con él –dijo Pedro, como retándola a ver más allá.

Y la cuestión era que Paula veía más allá.

–Lo digo en serio.

–¿Hablas de broma alguna vez?

–Alguna vez, pero no ahora mismo. ¿Qué sientes cuando ocurre algo bueno en lugar de algo malo?

–Ah, esa palabra otra vez: «sentir».

–Sé que te hace sentir incómodo, ¿Pero podrías responder a la pregunta?

–Cuando ocurren cosas buenas las disfruto. Sin esperar que duren, claro.

Estaba diciéndole algo y Paula sabía que debía prestar atención: él no era de los que se quedaban. ¿Y qué le importaba a ella? Nunca pensaría en Pedro Alfonso de ese modo. Aunque, en secreto, lo hiciera. Y se dio cuenta de que seguramente siempre sería así. Sería estúpido enamorarse de alguien como él, pero Pedro tenía razón, estaba siendo demasiado seria. Además, en sus planes no entraba enamorarse de nadie. De hecho, todo lo contrario. Y él no le había propuesto que pasaran el resto de su vida juntos, solo estaba regalándole aquel día y pensaba pasarlo bien. ¿Cuándo fue la última vez que lo pasó bien? ¿Cuándo se había tomado un día libre? Desde luego, ninguno desde que su hermano murió. Estaba aceptando aquel inesperado regalo sin pensar siquiera que tendría que pagar un precio más tarde.

–¿Pedro?

–¿Sí?

–¿Podrías ir un poco más rápido?

Riendo, él pisó el acelerador y Paula sintió la emoción del riesgo. Y su risa llevaba eso tanto como el poderoso Ferrari.

–Háblame del coche –le dijo, mientras el viento movía su pelo.

–Es un Ferrari de 2011, 458 Spider, con motor trasero y seis velocidades.

–Tengo la impresión de que no alquilan este coche a cualquier cliente –dijo Paula–. De hecho, ¿Dónde se puede alquilar un coche así en Mason?

–No lo he alquilado en Mason –respondió él, un poco incómodo– . Ha sido un arreglo especial.

–Primero los vaqueros y ahora el Ferrari. Si alguna vez necesito que alguien saque un conejo de una chistera, tendré que llamarte, ¿No?

–Si alguna vez necesitas algo, Pauli, cuenta conmigo.

Esa simple frase hizo que Paula volviese la cara para que no pudiese ver cómo la afectaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario