miércoles, 13 de mayo de 2020

El Soldado: Capítulo 12

Pero muchos niños tenían pecas. Por un momento, Pedro pensó que el crío no iba a responder.

–Vamos, Tomi –oyó que decía Sabrina, con voz pastosa–. Dile cuántos años tienes.

–Siete –respondió él, con gesto beligerante.

Siete años. Una simple operación matemática y la «complicación» se volvía más complicada. Y Paula se agarraba a esa posibilidad como un marinero a un salvavidas en medio de una tormenta. Sabrina volvió a meterse bajo el tráiler.

–Tengo que hablar contigo, Paula. Y tú tienes que reunir a los ponis, Tomás.

–Tú no eres mi jefe –protestó el niño.

El brillo de sus ojos y el gesto orgulloso de la barbilla eran idénticos a los de la mujer que tenía al lado.

–Eres tú quien ha dicho que sabías reunir a los ponis, no yo –le recordó.

Tomás se alejó, dejando claro con una mirada que se iba porque quería hacerlo, no porque se lo hubieran ordenado. Cuando desapareció, Pedro se volvió hacia Paula, cuya expresión dejaba bien claro que tampoco era su jefe.

–¿Sabrina te ha dicho que ese niño es hijo de Gonzalo?

–¡No le llames «ese niño»! Se llama Tomás.

–Muy bien. ¿Te ha dicho que Tomás es hijo de Gonzalo?

–No –respondió ella, levantando la barbilla.

–¿Lo ha insinuado?

–No –insistió Paula–. Cenaron en casa hace un par de días y Sabrina no me dijo una palabra.

–¿Cenaron en tu casa?

–¿Por qué no?

–Porque eso es como darle comida a las palomas, volverán a por más.

–Sabrina ha tenido una vida muy dura, pero es una persona interesante. Tú no sabes nada sobre ella.

–No puedes salvar el mundo, Paula.

–¿Ah, no? ¿No era eso lo que Gonzalo y tú querían hacer?

Pedro apretó los labios.

–Por eso precisamente sé que no puedes hacer nada.

En lugar de entender lo que intentaba decirle, que él era duro y frío, Paula lo miró con esos ojos tan suaves... y Pedro pensó que no podría salvar el mundo, pero tal vez sí a una persona. Y esa persona podría ser él. Ese pensamiento lo sorprendió. Nunca se le había ocurrido que necesitara ser salvado. ¿De qué?

–Tú quieres que ese niño sea hijo de Gonzalo.

–¿Y tú no? ¿No quieres que una parte de Gonzalo siga viviendo?

Pedro notó la desesperación en su voz y supo que no podía confiar en que tomase una decisión racional.

–Lo que hacía que Gonzalo fuese como era no tiene nada que ver con la genética. Es gracias a cómo los educaron sus padres.

Recordaba a la familia Chaves yendo a misa los domingos, yendo juntos a la cabaña del lago a pescar, jugando al parchís por las noches. Sus padres les habían dado tanto afecto... Intentaba decirle que tal y como Sabrina estaba educando al niño, no había ninguna posibilidad de que acabase siendo como Gonzalo.  Aunque fuese hijo de éste y aún no era seguro.

–Será fácil descubrir si es hijo de Gonzalo o no. Una simple prueba con un algodón en el interior de la mejilla, te dan un sobre y resuelto.

Paula lo miró, perpleja.

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