viernes, 15 de mayo de 2020

El Soldado: Capítulo 17

–Estaré encantada de discutir el asunto contigo. Si llamas a mi secretaria, Carla, ella te dará cita.

Pedro pareció sorprendido. Seguramente no estaba acostumbrado a que le negasen nada. Pues peor para él. Paula se dió la vuelta y se alejó cojeando, pero con toda la dignidad de la que era capaz.

–¡Oye, Pauli!

Ella miró por encima de su hombro, con cara de pocos amigos.

–Podrías darme las gracias.

Durante un momento delicioso, pensó que de verdad había herido sus sentimientos, que esperaba que lo abrazase agradecida por haberla rescatado y estaba enfadado porque no había sucumbido a sus encantos. Pero no parecía en absoluto perturbado por su falta de gratitud. Al contrario, parecía estar burlándose. Como cuando era pequeña y la atormentaba llamándola «Pauli» en lugar de enamorarse locamente de ella. «¡Pauli..., por favor!». Pero la próxima vez, en su territorio, ella llevaría el control. Se mostraría perfectamente calmada, seria y profesional. Claro que esa mujer perfectamente calmada, seria y profesional tuvo que morderse los labios para no sacarle la lengua. Y cuando lo oyó reír, como si hubiera leído sus pensamientos, sintió un escalofrío por la espalda.

Pedro no parecía reír así a menudo y, aunque era una peligrosa debilidad, Paula se alegraba. Se alegraba de ver, aunque solo fuese por un segundo, una sombra del joven despreocupado que solía ser.

Pedro la vió alejarse sin dejar de sonreír. Como no solía preocuparse por cosas como el sentimiento de culpa, le asombraba un poco sentirse tan aliviado al convertir la pequeña mentira de su secretaria en una verdad. Ofrecerse a donar dinero a la fundación Warrior Down era algo a lo que Paula Chaves no podía resistirse. Pero sabía que no era inteligente involucrarse en su vida. Ella era sensible, dulce, inteligente, alegre. En otras palabras, mucho más complicada que las mujeres con las que solía salir. Y también más inocente. Se había puesto roja hasta la raíz del pelo cuando le dijo que sabía cómo borrar esa sonrisita de su cara... Y su propia reacción al pensar en un beso había sido sorprendente.

Pero Paula era demasiado inocente como para lidiar con alguien como Sabrina y Warrior Down sería la excusa perfecta para tenerla vigilada. Aunque esperaba que no descubriese nunca qué le había pedido a Diego. Seguramente no le importaría que le hubiese pedido información sobre dónde residían Sabrina y Tomás, pero era la segunda parte lo que haría que se enfadase de verdad. «Cómprale al chico un refresco y guarda la lata». Necesitaba un plan B en caso de que Sabrina estuviese engañándola. Si Tomás era hijo de Gonzalo, ¿No se lo habría contado ya? ¿Y por qué no se lo dijo a Gonzalo cuando vivía? ¿Qué beneficio sacaría de mantener en secreto a su hijo?

Pedro vió a Paula saliendo del aparcamiento en uno de esos lujosos coches que los hombres mayores compraban para informar al mundo de que habían llegado lejos en la vida. «Llama a mi secretaria y pídele una cita». Paula pensaba que la próxima vez todo iría como ella deseaba, que ella llevaría el control.

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