miércoles, 27 de mayo de 2020

El Soldado: Capítulo 44

Ella no quería saber cosas que pudiesen detenerla y tenía la sensación de que era algo así. Pedro quería levantar barreras.

–Necesito hablarte de Gonzalo. Y cuando haya terminado, sabrás quién soy en realidad. «Y no va a gustarte». No lo dijo en voz alta, pero estaba claro.

Curiosamente, cuando Pedro se puso en contacto con ella, Paula había esperado que llegase aquel momento y creía no estar preparada para escuchar lo que tenía que decirle, que nunca lo estaría. Por eso le había dicho: «No creo que tengamos nada que hablar». Pero, de repente, estaba preparada. Tal vez porque lo importante en aquel momento no era protegerse a sí misma, sino escuchar lo que él tenía que contarle. Para salvarlos a los dos. Pedro se quedó callado un momento y, por fin, después de aclararse la garganta, consiguió decir:

–Yo estaba con él cuando murió.

Quería que supiera que estaba con su hermano cuando murió, que Gonzalo no había estado solo, que no había tenido miedo, que su último pensamiento había sido para ella. ¿Por qué era tan difícil hacerlo? Porque no quería que el caos, el miedo y, por fin, la muerte de su amigo le robasen la risa, la sensación de seguridad. La felicidad que sentía en aquel momento. Y porque todo eso era solo parte de la verdad. La auténtica verdad era su fracaso y Paula tenía que saberlo antes de besarlo. Necesitaba saberlo antes de ofrecerle sus labios.

–Estoy lista –dijo ella, con gesto valiente.

Pedro cerró los ojos. Podía oler el polvo, la basura, las aguas residuales, la muerte.

–Era un día normal, de mucho calor. Gonzalo y yo estábamos patrullando... siempre estábamos alerta, pero no hubo ninguna advertencia. Entonces yo ví a dos chicos adolescentes y me pareció que había algo raro, no sabía qué era. Tal vez porque me parecieron demasiado jóvenes, tal vez porque no hacían nada. No estaba sacando una ametralladora ni nada parecido, pero yo sabía que había algo raro y no reaccioné como debería. Uno de ellos se tocó la nariz... haciendo una señal. Y entonces, de repente, empezaron a volar balas por todas partes. Yo me puse a cubierto detrás de un muro y cuando busqué a Gonza con la mirada me quedé sorprendido al ver que no estaba a mi lado. Siempre estaba a mi lado, siempre porque cuidábamos el uno del otro. Pero estaba tirado en el suelo... había recibido un impacto de bala. Me aparté del muro y tiré de él para ponerlo a cubierto, pero era demasiado tarde.

Pedro frunció el ceño. Como en la pesadilla, sabía que faltaba algo. Una parte de su mente se negaba a recordar algo, unas palabras importantes. Pero ¿Qué podría ser más importante para Paula que saber que ella había sido lo último en lo que Gonzalo había pensado?

–Solo quería que supieras que no estaba solo, que yo estaba allí. Que no tuvo miedo y que su último pensamiento fue para tí –Pedro la miró. Estaba llorando–. Lo siento mucho, Paula.

–Me alegro de que me lo hayas contado. Necesitaba saberlo, aunque me daba miedo. Necesitaba saber que no estaba solo cuando murió y me alegra saber que pensó en mí antes de morir.

No lo entendía. Evidentemente, no había sido lo bastante claro. Parecía estar mirándolo con cariño en lugar de...

–Paula, yo no lo cubrí como debería. Le fallé.

–No, por favor, no te hagas eso a tí mismo.

Paula lo abrazó, sus lágrimas calentando la pechera de su camisa.

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