miércoles, 20 de mayo de 2020

El Soldado: Capítulo 29

Luego tocó distraídamente su melena cobriza, que él había sido tan tonto como para soltar, mirándolo directamente a los ojos.

–Hay todo tipo de tiendas en el hotel, imagino que podría encontrar un bañador.

Pedro sabía que no era algo que hubiese planeado y que no le salía de forma natural ser tan espontánea. Y tal vez la espontaneidad era peligrosa dada la intensidad que había entre ellos. Paula quería poner distancia. Y él también. Pero, al mismo tiempo, quería ver si podía ser inmune a aquella mujer. Si podía romper el mito que había tenido siempre en relación con su familia. Había imaginado que compraría un bañador de una pieza, tan sexy como un uniforme del equipo alemán de natación y, aunque eso era lo que quería, decidió tomarle el pelo.

–Cuando compres ese bañador, sé la chica del Ferrari –sugirió–, no la estirada señorita Chaves.

En lugar de mostrarse ofendida, ella pareció triste de repente.

–Gonzalo siempre decía que era una aburrida.

–Puedes relajarte, Pauli –dijo Pedro.

Pero enseguida se preguntó a qué demonios estaba jugando. Después de pagar la cuenta, se separaron en busca de bañadores. Él compró un bañador oscuro en dos segundos y después se sentó en un banco frente a la tienda, donde Paula podría verlo cuando saliera. Había apagado el móvil antes de ir a buscarla y lo encendió para comprobar los mensajes. Solo uno lo interesó, el de Diego McKenzie, el vaquero que había acompañado a Sabrina a casa. Pedro miró hacia la tienda, donde Paula miraba un bañador muy de su estilo que, seguramente, iría con un gorro a juego. Escuchó el mensaje de Diego y, después de comprobar que ella seguía en la tienda, le devolvió la llamada.

–Lo siento, señor Alfonso, el niño tiró la lata por la ventanilla antes de que yo pudiese guardarla.

–¿No sabes que no se deben tirar cosas por la ventanilla?

–Yo sí, el niño parece que no –respondió Diego–. Están en un camping en la carretera de Bixby, a unos seis kilómetros de Grumbly, y en la propiedad hay un cartel de No pasar. No creo que tengan permiso para estar allí.

–Seguro que no.

–Había un riachuelo para dar agua a los caballos, pero no he visto mucha hierba y tampoco he visto que tuvieran paja o pienso.

–Pero los ponis parecían bien alimentados.

–Desgraciadamente, los caballos que no están desparasitados pueden parecer gordos. Se llama vientre de gusano. Y también puede ser por comer heno de mala calidad.

–¿Estás diciendo que esos animales pasan hambre?

–Creo que sí, por eso no paraban de comer hierba en el parque.

Pedro no quería involucrarse en ese problema. Y, sin embargo, ¿Cómo no iba a hacerlo? Si los caballos pasaban hambre, había muchas posibilidades de que el niño estuviera en la misma situación.

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