miércoles, 20 de mayo de 2020

El Soldado: Capítulo 27

–No me sorprende –dijo Paula–. Cuéntame más.

Pedro volvió a sentir un escalofrío. Era como si ella viera cosas en él que otras personas no veían. Y su interés era genuino. No debería sentirse halagado, pero así era.

–Yo estuve involucrado en la empresa, incluso estando en Afganistán, gracias a Internet. Y cuando decidí dejar el ejército me quedé sorprendido al descubrir que era el presidente de una compañía que daba beneficios. Acabamos de terminar un trabajo para una línea aérea y en los próximos meses haremos gráficos para un edificio.

–¿Un edificio? ¿Dónde?

–En Melbourne, Australia.

–¡Dios mío, te has convertido en un magnate internacional!

Pedro sintió que estaba en peligro. El chico de la casa pobre siendo admirado por la estupenda chica de la casa de al lado, la que lo tenía todo... Pero disfrutar de su admiración no significaba que tuviera que ir más lejos.

–Estamos en una buena posición para patrocinar Warrior Down.

–¿Y qué tenías en mente?

–Le he echado un vistazo al borrador del evento en Internet y suena genial: cena, baile, una subasta aquí, en el lago. He pensado contribuir a la subasta.

–¿En qué sentido?

–Había pensado en algo original, algo como un día perfecto. Un viaje en helicóptero por la montaña y un almuerzo con champán, algo así. O tal vez una vueltecita en el coche de Saul, en la pista de carreras. O tal vez las dos cosas.

–Eso sería fantástico.

Era un error alegrarse tanto de que ella se mostrase encantada. Era un error querer disfrutar de su admiración durante toda la tarde, pero un hombre podía permitirse alguna debilidad, ¿No?

–¿Cuál sería tu día perfecto? –le preguntó–. Porque podríamos hacer cualquier cosa... un paseo en elefante por Tailandia, por ejemplo. Literalmente, lo que tú quieras.

Estaba presumiendo, así de sencillo. Y tendría que comprar flores para Valeria al día siguiente ya que sería ella quien se encargase de todos los detalles.

–Pues... no lo sé. Pensé que era una experta en organizar un día perfecto, pero nunca se me había ocurrido trabajar con elefantes. ¿Elefantes en Tailandia, de verdad?

–Cierra los ojos y dime lo que se te ocurre. Tu día perfecto.

De repente, quería saberlo con toda su alma porque eso le contaría muchos secretos sobre ella.

–Nada tan exótico como un paseo en elefante –dijo Paula, respirando profundamente antes de tomar un sorbo de vino–. ¿Ves a esos niños jugando en el lago? Pues a mí eso me parece un día perfecto.

¿Le había dado la oportunidad de elegir lo que quisiera y elegía nadar un rato en el lago? Pues eso lo decía todo sobre ella. Salvo por su fantasía del Ferrari, Paula Chaves era lo que parecía: una chica normal que se no daba aires. ¿Por qué eso le parecía refrescante en lugar de aburrido?

–Eso es poco para un día perfecto. Podríamos hacerlo hoy mismo.

–Yo he pasado días así –dijo Paula–. Teníamos una cabaña en el lago Mara, no una de esas que compran los multimillonarios ahora, sino una cabaña pequeña de madera, sin electricidad siquiera. Pero lo único que yo recuerdo son los perfectos e interminables días de verano.

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