miércoles, 30 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 53

Pedro había hecho todo lo posible por calmarla, consciente de la atención que estaban atrayendo en el restaurante. Cuando Carla se había girado hacia Paula, refiriéndose a ella como su última zorra estúpida, la paciencia de él se había agotado. Se puso de pie con la intención de llevarse a Carla a un lugar privado para calmarla y disculparse por el modo en que la había tratado. Pero, cuando le agarró el brazo, ella se puso frenética y lo golpeó. Por desgracia, falló y dió a Paula en su lugar. Desde ese momento, todo había sido un caos. Carla había comenzado a llorar y Paula la había sentado a su lado, pidiéndole un café al camarero e intentando tranquilizarla mientras Pedro se quedaba de pie sintiéndose el mayor idiota del mundo.

–¡Lo quería mucho! –había exclamado Carla y Paula la había abrazado.

–Lo sé, cielo. Lo sé –murmuró.

Resultó que Carla estaba en el restaurante esperando a que su compañera de piso terminara el turno en la cocina para que pudiera llevarla a casa. Tras unos minutos que pasaron criticando a los hombres en general y a Pedro en particular, había salido la otra mujer y se la  había llevado con ella. Después de eso, ninguno de los dos había tocado su comida. Pedro había tratado de explicarse, pero Paula no había estado de humor para escuchar que no era el cerdo que parecía. Finalmente, él se había rendido, había pagado la cuenta y se habían marchado del restaurante, percatándose entonces de que se había desatado una fuerte tormenta. Suspiraba ahora, mientras regresaban a las afueras del pueblo, preguntándose cómo podría haber evitado ese desastre.

–¿Qué quieres hacer? –preguntó tras aparcar la furgoneta en el estacionamiento de una tienda de alimentación–. Podemos buscar un sitio en el que esperar mientras abren la carretera o podemos arriesgarnos e ir por Kemmerer y luego atravesar Star Valley.

–¿Cuánto tiempo nos llevaría eso? –preguntó ella sin mirarlo.

–Con este tiempo, unas seis horas.

Parecía que Paula estaba a punto de echarse a llorar, pero no dijo nada.

–O, como ha dicho el policía, podríamos buscar una habitación de hotel para pasar la noche y marcharnos a casa por la mañana. Probablemente sea la mejor alternativa.

–De acuerdo –accedió Paula finalmente.

–No creo que sea fácil encontrar una habitación –le advirtió Pedro–. Entre las Navidades y la temporada de esquí, los hoteles de Jackson suelen estar llenos. Haré todo lo que pueda, pero tal vez me lleve un rato.

–Tenemos toda la noche, ¿No? –dijo ella.

Dos horas antes, la idea de pasar la noche con ella habría hecho que su cabeza diese vueltas con infinidad de posibilidades. Ahora, preferiría caminar hasta casa descalzo sobre la nieve antes que tener que sentarse a ver cómo Paula se alejaba más de él.

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