miércoles, 2 de octubre de 2019

Deseo: Capítulo 64

–¿Te estás cuidando? ¿Comes bien y variado? –preguntó Pedro.

–Como muchísimo, por eso es por lo que ya se me nota. Me temo que no voy a ser una de esas mujeres que apenas engordan durante el embarazo y poco después del parto se pueden volver a poner los vaqueros que llevaban antes cuando no estaban embarazadas.

–¿Y eso qué importa? –dijo Pedro, pensando que Paula nunca había estado tan guapa como en ese momento.

Las curvas de ella le parecían increíblemente sensuales, pero había algo en ella que no podía explicar, quizá fuera ese aire de serenidad, de satisfacción, que suavizaba sus hermosos rasgos. Sí, estaba más encantadora que nunca. Bruscamente, se apartó de ella, volvió al mueble bar y se echó más whisky en el vaso.

–Has dicho que no comprendes. Bien, te voy a hablar de Lucas.

Pedro se llevó el vaso a los labios, haciendo una pausa.

–Hace seis años, yo trabajaba en un despacho de abogados en Nueva York y tuve relaciones con una abogada que trabajaba allí también. Lara era un par de años mayor que yo. Había sido modelo de alta costura, pero había dejado la carrera de modelo por la abogacía.

Así que la misteriosa Lara que Ludmila había mencionado en la Toscana era una mujer hermosa e inteligente, pensó Paula con dolor. Pero se dió cuenta de que Pedro seguía hablando y trató de prestar atención a lo que él decía.

–Yo sabía que estaba saliendo con otro antes de que nos conociéramos, pero me aseguró que había roto con él –Pedro hizo una mueca de disgusto–. Reconozco que estaba loco por ella. Era increíblemente atractiva, ambiciosa, sofisticada... la clase de mujer que me gustaba –suspiró–. Aunque no estaba a favor del matrimonio, quizá por los problemas entre mis padres, cuando Lara me dijo que se había quedado embarazada, me alegré y le propuse matrimonio. Y aunque no había pensado tener un hijo, me ilusionó la idea de ser padre.

Pedro volvió a beber un sorbo de whisky y prosiguió:

–Asistí al parto y le tuve en mis brazos a los cinco minutos de nacer. Adoré a Lucas desde el primer momento. Estaba loco por él y muchas veces me quedaba con él, cuidándole, porque Lara quería ascender en su profesión. Incluso le llevé solo a Casa di Colombe en varias ocasiones, Lara se había quedado en Nueva York.

Pedro hizo una pausa.

–Sara le quería tanto como yo. Pero durante una estancia en la Toscana, cuando Lucas tenía dos años, Lara apareció de improviso y anunció que nuestro matrimonio se había acabado. Así, sin más. Acabó admitiendo que tenía relaciones con su ex- novio desde hacía unos meses, que quería divorciarse de mí y casarse con él.

Pedro volvió a llevarse el vaso a los labios, el fuego líquido le bajó por la garganta.

–Estaba enfadado con ella por haberme engañado, pero lo que más me importaba era Lucas e intenté convencerla de que probara a seguir conmigo, por nuestro hijo –la mandíbula se le tensó–. Fue entonces cuando me lo soltó, cuando me dijo que yo no era el padre. Durante los primeros tiempos de nuestra relación también se había acostado un par de veces con su ex novio. Al quedarse embarazada, estaba segura de que el otro era el padre. Pero como él había roto con ella y además no tenía dinero... En fin, yo tenía un gran futuro por delante, era rico. Y Lara decidió hacerme creer que Lucas era mi hijo hasta que su padre natural volvió a aparecer tras haber cobrado una herencia y dispuesto a hacerse responsable de su hijo.

–Oh, Pedro...

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