viernes, 4 de octubre de 2019

Deseo: Capítulo 70

Nada más entrar en su casa, Pedro oyó llanto procedente del sótano. Los sollozos se le clavaron en el corazón, pero al mismo tiempo sintió un gran alivio de haber encontrado a  Paula.

–¿Por qué te has marchado del hospital sin mí? –le preguntó él entrando en el dormitorio del sótano donde estaba ella–. Te estaba esperando cuando James vino a decirme que te había visto meterte en un taxi, y yo creía que...

Pedro cerró los ojos al recordar la confusión y la angustia que había sentido al enterarse de que Paula se había marchado del hospital.

–No sabía qué pensar –admitió él con voz espesa.

Pedro abrió los ojos y algo estalló dentro de él al ver el rostro de Paula bañado en lágrimas.

–Tesoro... –a Pedro se le quebró la voz al saborear sus propias lágrimas. Verla así le angustiaba más que nada–. Ángel mío, no te preocupes, saldremos de esta.

Los hombros de Paula se sacudieron con el llanto.

–Yo... creía que te habías ido –dijo Paula con voz ahogada–. Creía que me habías abandonado porque... porque no podías soportar este problema con mi embarazo.

–Cielo, jamás te abandonaré.

Pedro se secó las lágrimas y se arrodilló al lado de la cama para estrecharla en sus brazos. Paula olía a rosas y, a pesar de la tormenta emocional, sabía que le pertenecía a y que ella era la persona a la que había buscado durante toda su vida.

–Voy a cuidar de tí y de nuestro hijo –Pedro le acarició el rostro y, con temblorosa emoción, suplicó–: Por favor, cara, cásate conmigo.

Paula sacudió la cabeza, las lágrimas seguían resbalándole por las mejillas.

–No hay motivo para que te cases conmigo. Puede que no llegue a tener un niño –la sola idea de perder el bebé le resultó insoportable– . Y si no lo tuviera, te verías atrapado en un matrimonio sin sentido, con una esposa a la que no quieres.

–Ángel mío, sí te quiero. Quiero que seas mi esposa, mi amante y mi mejor amiga... durante el resto de nuestras vidas. Te amo, Paula –añadió él con voz enronquecida por la emoción–. Esa es la única razón por la que quiero que te cases conmigo, no tiene nada que ver con los derechos sobre nuestro hijo ni ninguna otra cosa.

Pedro notó que a él también se le habían saltado las lágrimas, pero no hizo nada por evitarlas.

–Sé que estás asustada, pero Diego cree que todo saldrá bien y que la cirugía para corregir el defecto del corazón será un éxito.

Clavó los ojos en Paula y vió algo en las profundidades de los de ella que le animó.

–Sea lo que sea que nos depare el futuro, quiero que lo compartamos. Eres mi mundo, mi amor, mi vida... sin tí... sin tí no soy nada.

Atónita e increíblemente enternecida por las palabras de Pedro, Paula le puso la mano en el rostro y le secó las lágrimas. Había llegado la hora de ser honesta con él.

–Yo también te amo –dijo Paula con voz queda–. Sé que parece una tontería, pero en el momento en que te ví por primera vez sentí como si me hubieran atravesado el corazón con una flecha. Conocía tu fama de mujeriego y me dije a mí misma que enamorarme de tí sería la mayor estupidez del mundo, pero... pero mi corazón se negó a seguir los consejos de la razón.

–Tesoro mio cuore, ti amo –susurró Pedro antes de besarla con una ternura infinita.

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