lunes, 28 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 46

Diez días después, justo una semana antes de Navidad, Paula sacó el pollo del horno para comprobarlo una última vez. La piel parecía perfecta, crujiente y dorada, y la cocina estaba plagada de olores deliciosos.

–¿Te parece que está bien? –preguntó Melina desde la encimera mientras extendía el sirope de chocolate sobre la tarta de queso que había preparado aquella mañana.

–Delicioso –dijo Paula.

–¿Crees que a Pedro le gustará?

–¿Gustarme el qué? –preguntó el hombre en cuestión desde la puerta, haciéndole sentir el acostumbrado vuelco en el estómago.

Realmente tenía que hablar con su padre sobre dejar entrar a Pedro en la casa sin avisarla primero para que pudiera prepararse para el impacto. ¿Cómo era posible que cada día que pasara estuviera más guapo? Esa noche llevaba puestos unos vaqueros gastados, botas y un jersey de color borgoña. Si a su sonrisa increíblemente sexy añadía el cachorro que jugueteaba entre sus piernas, no era de extrañar que no tuviera defensas frente a él.

–Hola –dijo ella tras aclararse la garganta.

–Hola. ¿Qué me tiene que gustar?

Melina te ha preparado un postre –dijo Paula–. Le preocupa que no te guste.

–¿Lo has hecho tú?

Pedro se acercó, llevando consigo el aroma de su aftershave. Olía mucho mejor que cualquier cosa que Paula hubiera preparado, y lo único que quería hacer era devorarlo. Se obligó a respirar profundamente para calmarse mientras Melina asentía con la cabeza.

–Está un poco desigual –admitió su hija–. Esperaba que con el sirope de chocolate se disimulase.

–¿Estás de broma? Parece sacado de una revista. Espero que nadie más tenga hambre, porque es posible que me lo coma todo.

Melina se rió. Sus ojos brillaban, y Paula sabía que ella debía de tener el mismo aspecto. ¿Cómo habían llegado a eso? No tenía fuerza de voluntad en lo que a él respectaba. Lo que había comenzado como una simple invitación a cenar en uno de los restaurantes más exclusivos de Jackson Hole se había convertido en un acontecimiento regular en los últimos diez días. Lo había visto prácticamente cada día desde la noche del ataque de Melina. Habían ido a cenar dos veces a Jackson Hole, habían llevado a los niños al cine en Idaho Falls un día, y otro habían ido a Mesa Falls para ver el magnífico espectáculo del agua saliendo a borbotones del hielo.

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