miércoles, 16 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 23

–No es nada, mamá. Te lo prometo. Solo una pequeña irritación, nada más. Mi médico personal ha insistido. He hecho lo que me ha dicho porque suele enfadarse si no lo hago, pero estoy bien.

–Yo no me enfado –gruñó Leandro–. Simplemente soy sensato. La próxima vez que te pongas pesada, te esconderé la prótesis y las muletas y te haré saltar por todas partes.

Paula se quedó asombrada, viendo cómo el médico al que tanto respetaba trataba de ese modo a su esposa. Se sintió avergonzada cuando Mariana vió su sorpresa y negó con la cabeza sonriendo.

–Está de broma, Paula, te lo prometo. No se atrevería. Además, me conozco todos sus escondites.

–¿Qué es una prótesis? –preguntó Melina en uno de esos momentos en que los padres desearían que sus hijos fueran menos curiosos.

A Mariana Alfonso no pareció importarle. Se levantó la pernera del pantalón y Paula vió que su pierna izquierda acababa por debajo de la rodilla.

–Es una palabra bonita para «Pierna de mentira».

–¡Vaya! –exclamó Melina mirando la pieza de plástico y metal con fascinación–. ¿Puedes hacer cosas chulas con eso, como saltar por encima de los coches?

–Todavía no –contestó Mariana riéndose–. Pero lo estoy intentando.

–Si te duele, deberías quedarte aquí con nosotros –le dijo su madre, aún preocupada.

–No, mamá. Estoy bien. Llevo toda la semana esperando esto. Te prometo que me quedaré sentada en la moto de nieve todo el tiempo.

Viviana estuvo a punto de seguir discutiendo, pero su marido, un hombre tranquilo, le puso la mano en el brazo y ella se calló. Poco después, todos estaban listos y salieron fuera. Paula se quedó sin habla al ver las motos de nieve. ¿Se suponía que tendría que llevar una de ellas? No sabía nada sobre el tema. Para su alivio, Pedro se giró hacia Nicolás cuando llegaron junto a las máquinas.

–Nico, si yo llevo a tu hermana conmigo, ¿Crees que podrás conducir una con tu madre?

Una pregunta absurda de hacer a un chico de catorce años obsesionado con las máquinas. Sus ojos se iluminaron al instante.

–Oh, sí –dijo con una sonrisa.

–¿Es legal? –preguntó Paula.

–Claro que sí, o no lo habría sugerido –le aseguró Pedro–. Vamos a enseñarte cómo funciona.

Durante los minutos siguientes, le enseñó a Nicolás cómo manejar la moto y le dejó conducirla durante unos metros antes de volver.

–Ya estamos listos –concluyó Pedro.

–Sube, mamá –le dijo Nicolás alegremente.

Paula le dirigió a Pedro una mirada de preocupación, pero él le devolvió una sonrisa.

–Lo hará genial, te lo prometo. Los estaré vigilando todo el tiempo.

Paula se subió, agarrándose con fuerza, y se dió cuenta de que todo el mundo ya había montado; incluso Melina esperaba sentada a que Pedro se montase.

–Subiremos por la montaña, pero es fácil y sin complicaciones –le dijo Pedro a Nicolás antes de irse–. Yo iré delante y los vigilaré. Daniel  y Lorena cerrarán la fila. Y nada de locuras. No con tu madre a bordo.

Nicolás puso cara de fastidio, pero asintió. Pedro sonrió y se subió a su moto para irse detrás de los demás.

–¿Estás lista, mamá? –preguntó Nicolás.

–Vamos –contestó ella.

Con un pequeño impulso, Nicolás puso en marcha la moto y comenzaron a avanzar, siguiendo a Melina y a Pedro montaña arriba.

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