lunes, 21 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 32

Nicolás arrancó la moto y se alejó. Entonces, Pedro devolvió su atención a Paula. Tal vez el médico de la familia fuese Leandro, pero los años en el rancho le habían enseñado a Pedro ciertos conocimientos sobre primeros auxilios. La examinó con las manos y no le pareció notar ningún hueso roto. Para entonces, Jimena, Tomás y las niñas se habían agrupado a su alrededor y lo observaban. Tomás y las niñas parecían horrorizados, e incluso la sensata Jimena parecía nerviosa. Según los cálculos de Pedro, Nicolás tardaría diez minutos en conducir hasta la casa, recoger a Leandro y regresar. No podía soportar la idea de que Paula estuviese tirada ahí tanto tiempo. Sin pensárselo dos veces, la tomó en brazos. Llevarla a un lugar seco y cálido era desobedecer el axioma de los primeros auxilios sobre no moverla. Probablemente Leandro le gritaría, pero sabía que su hermano habría hecho lo mismo.

–Jimena, voy a llevarla dentro. Ven conmigo y lleva a los niños a la cocina, ¿De acuerdo? Tengo galletas y creo que en alguna parte hay mezcla para hacer chocolate caliente. Meli, Cami, necesito que ayuden a Jimena con Tomás.

–¿Y qué pasa con mi madre? –preguntó Melina aterrorizada.

–Solo se ha golpeado la cabeza al caerse del trineo, pero seguro que se pondrá bien –contestó Pedro mientras llevaba a Paula hacia su casa–. Tenemos suerte de tener a un médico entre nosotros. Te prometo que Leandro se ocupará de ella.

–¿Por qué sigue con los ojos cerrados? –preguntó la niña mientras Pedro colocaba a su madre en el sofá.

–¿Alguna vez te has caído en el parque y has sentido que te quedabas sin aire? Eso es lo que le ha ocurrido a tu madre.

Se tomó unos segundos para darle un abrazo a Melina. La niña pareció tranquilizarse, y él también.

–Vete a la cocina con los demás y, cuando llegue Leandro y examine a tu madre, podrás volver a hablar con ella, ¿De acuerdo?

–Ella siempre se queda conmigo y me da la mano cuando tengo un ataque de asma. ¿Te quedarás tú con ella?

–No voy a ninguna parte, cariño –le prometió Pedro.

Cuando la niña se marchó a la cocina, él devolvió la atención a Paula. Parecía sumamente frágil. Hacía unos minutos estaba riéndose con él y quejándose del tiempo y ahora estaba terriblemente quieta. Le abrió más el abrigo y estaba examinándola con la mano otra vez cuando ella abrió los ojos de pronto. Lo miró durante unos segundos y luego parpadeó, pareciendo más nerviosa a cada segundo que pasaba.

–Parece que te tomas muchas molestias para poder tocarme – murmuró ella.

Pedro suspiró aliviado y cerró los ojos por un segundo. Paula no podía estar a las puertas de la muerte si tenía fuerzas para hacer un comentario así.

–Ese ha sido un beneficio extra –dijo él con una sonrisa.

Ella le devolvió la sonrisa, pero, acto seguido, puso cara de dolor.

–¿Qué te duele aparte de la cabeza?

–¿Qué no me duele? –respondió ella tratando de incorporarse.

–Con calma –dijo Pedro–. No pienso dejarte ir a ninguna parte, así que será mejor que te relajes por ahora.

Paula obedeció, aunque su sumisión probablemente tuviese que ver más con su falta de fuerza que con otra cosa.

–Creo que no te has roto nada –dijo él–. ¿Te duele en alguna zona concreta?

–Solo en la cabeza. Todo mi cuerpo es como un gran dolor, salvo la cabeza, que parece que se me va a caer.

–No me sorprendería que tuvieras una conmoción. Te has golpeado con fuerza.

–Y con mucha gracia, como siempre.

–Simplemente ha sido la trayectoria –dijo Pedro apretándole la mano–. No podías esquivar la piedra, sin importar lo que intentaras hacer. Cualquiera se habría estrellado en la misma situación.

–Gracias por intentar hacer que me sienta mejor –murmuró Paula.

–¿Y funciona?

–La verdad es que no.

Los dos se rieron y Pedro tuvo que resistir nuevamente la necesidad de tomarla entre sus brazos.

–¿Dónde están mis hijos? –preguntó ella.

–Melina está en la cocina con Jimena y los demás, y he enviado a Nicolás a la casa a buscar a Leandro. Llegarán en cualquier momento. De hecho, si no me equivoco, creo que estoy oyendo el motor de la moto ahora mismo.

Pedro apenas tuvo tiempo de soltarle la mano antes de que Leandro y Nicolás entraran en la casa.

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